Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Pensar la política

MAÑANA se presenta en Sevilla la Fundación Alfonso Perales, que nace con vocación de favorecer el pensamiento creativo, la innovación social y política, aspectos cuya carencia, como se ve en nuestro entorno, suele poner al descubierto la línea de flotación de partidos y gobiernos.

La reflexión política conduce a la utopía, dicen los vendedores de consignas volátiles, de las de usar y tirar con la fugacidad de los titulares de los medios. No cabe, sin embargo, menospreciar la utopía como estímulo o referente del norte político, como activo de la pluralidad del pensamiento. La reflexión política choca con el marketing, porque éste iguala a las ideologías por el rasero del oportunismo especulativo y las convierte en pensamiento débil o en no-pensamiento.

La crispación se ha instalado como un mal endémico de la acción política y de la vida institucional en España. Parece que nunca dejaremos de oír el martilleo remoto del "Váyase usted, señor González…", que abrió la caja de los truenos. El arte, como se comprobó el miércoles en el aburrido careo Zapatero-Rajoy, consiste en poner adjetivos a la realidad hasta perder el sentido de las cosas y la eficacia de las palabras, desgastadas por un uso exagerado y repetido. Se desprecia el consenso y, en la práctica, se establece un pugilato entre una especie de regímenes en liza, y no tanto de fuerzas de una misma democracia en un mismo país… ¿Cómo afrontar las políticas de Estado y los retos de futuro cuando lo cotidiano prevalece e instrumentaliza la vida pública en una guerra de buenos y malos?

Las invitaciones de Zapatero a Rajoy para pactar en campos como la educación o la energía son brindis retóricos en los que nadie cree, como lo son las invitaciones del jefe de la oposición al presidente del gobierno. No es posible convertir un campo de minas, abonado durante años, en una pista de baile de parejas si no se retiran previamente los explosivos. Habrá que promover el diálogo entre las estructuras de pensamiento de derecha e izquierda, con una finalidad: la limpieza de los residuos tóxicos de la crispación, que tanto afectan a la credibilidad de los partidos y las instituciones. Aunque no es fácil ni probable el éxito, porque algunos de estos think tanks constituyen el núcleo duro de las posiciones más irreductibles.

Consensos como el del País Vasco son una muestra de lo que, en materia de políticas de Estado, consigue el sentido común y constituyen también un triunfo de la democracia. Ojalá que la fundación que nace estos días eleve el mortecino tono del debate político en Andalucía y, al tiempo, trabaje sobre los valores que construyen cultura de tolerancia e ideas de progreso.

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