Periféricos

No hay hazaña más heroica que la de una Administración cuando tiene que decidir dónde levantar un hospital

Se ve que para algunos iluminados la periferia es sobre todo feria, hay palabras tentadoras para los juegos de palabras facilones, hay que reconocerlo. El mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio, ese sí que es un aforismo más irrefutable que el del lobo de Hobbes. Y es que resulta inevitable que recurramos, desde las bajuras del espíritu, a la condena de otros para buscar la salvación propia. Nuestro acervo popular está plagado del uso del gentilicio en plan faltón, desde Loja a Badajoz pasando por la fama de -las mujeres siempre insultadas por lo mismo- las mallorquinas.

No hay hazaña más heroica que la de una Administración cuando tiene que decidir dónde se ha de levantar un hospital. Y es que el pueblo de al lado siempre está muy lejos. Cuenta un antiguo alto cargo de las economías autonómicas que, abierta una guerra por una infraestructura, el alcalde de un muy conocido municipio costero vino a suplicarle, en un acto de sinceridad sin remilgos, que si no había más remedio que no ponerla (carretera o puente) en su pueblo que al menos, por lo que más quisiera "el compañero", no la pusiera en el de al lado. La persona que me lo contó es del todo fiable, según mi experiencia, pero es que además estoy segura de que quien haya tenido que tomar decisiones de esa índole podría contar anécdotas parecidas o incluso mas sabrosas.

Sabido todo esto no es óbice para que los aludidos (periféricos) nos cojamos un solemne cabreo cada que vez que alguien desde SU centro del mundo (que puede no ser geográfico) nos haga depositarios y culpables de sus propios problemas, frustraciones y dificultades. Es muy socorrido aliviar la responsabilidad encontrando un culpable. Hacen muy bien quienes levantan la voz y no se cansan de señalar estereotipos humillantes y falsarios, pero tal vez deberíamos empezar a cambiar de estrategia, dado el escaso resultado que nos da indignarnos y encendernos como teas.

Aunque es cierto que si uno quiere dos sí se pelean (prueben a aguantar sin rechistar un dedo en el ojo) y a pesar de la fama de incendiaria de la red, especial y merecidamente Twitter, estos días he leído auténticas joyas en forma de reacción ante la penúltima patochada antiperiferia. La mejor sin duda de un tal Malacara del que me declaro rendida admiradora: "Cómo vamos a vivir de subvenciones los andaluces, si a la hora de pedirlas estamos durmiendo la siesta". Recuerda a aquella locutora que, según la leyenda, se despedía antes de las vacaciones, desactivando insultos a su espalda: "Señores, y yo en la mía".

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