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Cambio de sentido

Personal y político

Plantar un puchero, ir en bici, comprar en el desavío, dar la mano y la cara, escribir este artículo son actos políticos

Desde muy niña me llevaban los demonios cuando Madre, cansada de mis soflamas de Mafalda repiona, concluía: "¡Deja ya de arreglar el mundo y ve a arreglar tu dormitorio!". Qué barbaridad, lo que hay que oír. Yo era una mica llamada a la revolución, tenía un póster del Cristo, otro de Larra, otro de Teresa Rabal y otro del Che Guevara. Ea, no hago la cama. La historia me absolverá. Había y hay muchas libertades y derechos por conquistar. Había y hay, ahora más que antes -corren extraños vientos- cada vez más derechos y libertades que defender. Lo personal tantas veces incordia e impide propósitos mayores o públicos. "Dejo de escribir el poema/ para doblar la ropa. Da igual quién viva/ o muera: sigo siendo una mujer. / Siempre tendré mucho que hacer", confesaba Tess Gallagher.

Uno de los mayores avances en nuestra sociedad y mentalidad sería asumir cada cual la dimensión y relevancia no sólo ética, también política, de su vida personal y cotidiana. Conforme con Hanisch: "Lo personal es político". La intrapolítica de nuestros actos, palabras y gestos privados y diarios nos compromete hasta el tuétano, infinitamente más que el mero hecho de votar a este o a la otra, gritar en la manifa o parlotear contra la realpolitik. Plantar un puchero, ir en bicicleta, comprar en el desavío, cada decisión, dar la mano y dar la cara, atender a la amiga, escribir este artículo pueden ser actos políticos. El cuerpo -sus prótesis, ablaciones, embarazo, golpes, caricias…- es un territorio político. El lenguaje es una patria. "Y no salva el amor como en el cine", recuerda Aurora Luque. Procurarse la mejor de las vidas es la mejor manera de comenzar a vivir en un mundo mejor.

Así que más vale empezar por una misma. Conlleva un trabajo de fondo. Estoy de acuerdo con quienes pensáis que yo también soy víctima de la invasión de los ultracuerpos, que yo también soy en gran parte Ley. "El loco que muere por amor soy yo,/ el político sin escrúpulos soy yo,/ el funcionario corrupto soy yo,/ el funcionario honrado soy yo,/ el hombre capaz de lo mejor,/ el hombre capaz de lo peor", dice Fernando Beltrán, y lo digo yo. ¿Arreglar el mundo o el dormitorio? No hay dilema sino dos brechas -la de los derechos, deberes y libertades públicas y la de las íntimas e interiores-, la voluntad y las ganas de que entre ellas corra el aire y la coherencia. Nadie dijo que fuera fácil. Conforme Madre, hoy empezaré por el dormitorio. Ya ondean las sábanas blancas en mi azotea.

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