La ciudad y los días

carlos / colón

Perversión del lenguaje

ESCRIBÍA hace unos días el amigo Eduardo Jordá: "Los casos de violencia machista son tan vergonzosos que nadie se los puede tomar a la ligera. Pero lo que no acabo de entender es que los casos de violencia de género reciban un tratamiento tan severo entre nosotros, mientras que otras conductas delictivas no menos graves apenas tienen consecuencias judiciales. Cada día leemos que docenas de narcotraficantes que acumulan pruebas monstruosas se van de rositas por simples defectos de forma en la instrucción del caso. Y no hablemos ya de las argucias legales que permiten eludir toda clase de responsabilidad a los que han hecho desaparecer el dinero público".

De acuerdo. Y podríamos sumar -pasando de la detención al cumplimiento de las penas- a los etarras que se pasean por las calles disfrutando de permisos concedidos por jueces que ignoran los dictámenes negativos de Interior y de la Junta de Tratamiento de la prisión, caso de Lasarte, condenado a más de 700 años de cárcel por siete asesinatos; o que salen libres tras cumplir 23 de los 577 años a los que fueron condenados por su implicación en otros siete asesinatos, caso de Ciganda.

Con sobrada razón se exige, no legalmente pero sí social y mediáticamente, que no se llamen crímenes pasionales a los relacionados con la violencia machista. Mientras los servicios jurídicos del Parlamento vasco han presentado un informe en el que se afirma que no puede impedirse que en sede parlamentaria se llame presos políticos a los etarras encarcelados porque esta expresión "no obedece a ninguna categoría jurídica", sino que se trata de un término que "denota en su uso una convicción, como tal sujeta a opinión" y por ello está "protegido por la libertad de expresión". Días antes el Parlamento vasco había rechazado que los etarras fueran llamados presos políticos, pero estos guardianes de la de las leyes indican que dicho acuerdo puede ser ignorado porque "cuando la mayoría somete a restricciones la libertad de expresión de las minorías, podría deslegitimar sus propias decisiones". Y se quedaron tan contentos.

Así que con toda razón no se puede decir crimen pasional porque el lenguaje dulcificaría la violencia machista, ennobleciéndola con un aura de tragedia y disculpándola como una ceguera propia de la pasión; pero sí se puede pervertir el lenguaje, encubrir el terrorismo y humillar a las víctimas llamando a los asesinos presos políticos.

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