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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Pesimismo

El pesimismo se instala en una sociedad cuando los ciudadanos ven que los problemas se eternizan

El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, se revolvió el jueves, en un acto organizado por este periódico para hacer una reflexión en voz alta sobre el presente y el futuro de la ciudad, contra el clima de pesimismo y la falta de confianza que parece envolver la vida local desde hace décadas. Hizo para ello un análisis sobre logros y proyectos que nadie puede discutir, pero el propio alcalde es consciente de que a Sevilla le falta mucho para estar a la altura de la gran metrópolis del sur de Europa que debería ser por su historia y por ser la cuarta ciudad de España. El problema de Sevilla, quizás también el del resto del país, no es tanto su situación actual y las perspectivas que en el medio y largo plazo pueden abrírsele -el futuro es un folio en blanco-, sino la constatación de que se han dejado pasar demasiados trenes y de que, cuando han pasado, se ha mirado para otro lado por desidia o falta de ideas.

Espadas hacía estas reflexiones mientras a cinco horas de AVE, en Barcelona, el presidente catalán era capaz en una misma mañana de decir una cosa y justo la contraria, y despeñar a la región más rica y potente de España por el abismo de la incompetencia y del fracaso que hoy contemplamos con estupor. De paso, ponía a España en la crisis más grave que ha vivido desde la Guerra Civil.

Hoy, en plena fase de recuperación económica, cuando las encuestas de población activa se mejoran trimestre tras trimestre y el país está ganando en imagen exterior y fortaleza interior, el desafío separatista ha hecho que se pierda el optimismo y que se caiga de bruces en una fase de desolación.

El pesimismo se ha instalado estos días en España porque la gente, que está en su día a día y lo que busca es tranquilidad y progreso, ha comprobado en carne propia que la política no sirve para desbloquear los grandes conflictos y que eso tiene consecuencias sobre su calidad de vida y sobre sus perspectivas de futuro y las de su familia. Sevilla, sin ánimo de hacer otro paralelismo que el de la constatación de un estado de ánimo colectivo, lleva instalada décadas en el pesimismo que acertadamente denunciaba el alcalde Espadas porque los habitantes de esta ciudad ven cómo los grandes problemas se enquistan y los proyectos que deberían darle futuro se postergan una y otra vez.

El alcalde quiere insuflar esperanzas a Sevilla. Bienvenida sea. Pero si eso no se ve acompañado de realidades de esas que los ciudadanos pueden ver y tocar estamos condenados a seguir como siempre. Como seguiremos empantanados en Cataluña hasta que la política y los políticos decidan cumplir con su obligación, que no es otra que solucionar problemas y no crearlos.

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