Acción de gracias

Phil ha vuelto

Su modo de estar en el mundo es la gratitud, que es otra forma de alegría, un milagro frente a tanto quejica, tanto lastimero

Phil Rosenthal, en 'Comida para Phil'.

Phil Rosenthal, en 'Comida para Phil'. / Netflix

Yo de mayor quiero ser Phil Rosenthal, o si no, casarme con él. Lo cierto es que tengo complicadas ambas historias, que me tocó ser otra persona, y a Phil lo acompaña ya una esposa maravillosa, Monica, sin tilde, que es norteamericana, y, bueno, en realidad yo también he sido afortunado en eso del amor. Pero sí les diré una cosa: a este tipo lo admiro. Muchísimo. Siento eso que se llama debilidad (entiéndase en la acepción de afecto, no de falta de vigor y de fuerza, aunque hace poco pillé el dichoso virus y sigo arrastrando el cansancio allá por donde voy) en cuanto asoma por la pantalla. Es verlo y se me instala una sonrisa en la cara, un gesto que es como el certificado Aenor de ser fan de algo, que tus músculos se destensen y vayan hacia la felicidad.

Han ocurrido demasiadas cosas en estos días, pero para mí la noticia de la semana, más gratificante que todos los dramas a los que nos enfrentamos, es que ha vuelto su programa, Comida para Phil, desde el miércoles con nuevos episodios en Netflix. Para quien no conozca su serie, les haré un resumen: Phil viaja a distintas ciudades -Buenos Aires, Dublín, Montreal, Copenhague- y se da un banquete, varios para ser más precisos, lo que nos lleva a preguntarnos por qué el amigo continúa siendo un canijo y los demás que intentamos medir nuestros excesos recurrimos ya a la camisa-túnica que disimule o esconda nuestros michelines. Pero a Rosenthal, guionista de profesión -está detrás de Todo el mundo quiere a Raymond-, se le perdona todo: en cuanto prueba un bocado, abre mucho los ojos y expresa asombro y dicha, como si fuera aún un chaval que descubre y celebra los dones del mundo, un alma pura a la que hay que querer sí o sí. Conserva algo de infancia a sus 62 años: él, que se ha paseado por los restaurantes más prestigiosos, que degustó los menús más sofisticados, sabe -lo dice en el capítulo de Londres- que con la edad volverá a los platos de la niñez y cerrará el círculo, que en esa sencillez reside una verdad como un templo. Su manera de estar en el mundo es la gratitud, que es otra forma de alegría, y hoy, que vivimos rodeados de lastimeros y quejicas, resulta bonito encontrar a alguien en el lado luminoso.

A Phil le entusiasma la comida, de eso va su programa, pero ama más a la gente. En la nueva tanda de episodios, en el de Oaxaca, el único que he podido ponerme todavía, se echó a llorar cuando una mujer de un colectivo que tejía alfombras le habló de los colores que abundaban en su entorno. Me acordé entonces de unas frases con las que terminó, con su mirada limpia, un programa ya antiguo de Venecia: "Alguien me dijo: 'Parece que tienes amigos en todo el mundo'. Y es verdad. ¿Acaso no deberíamos ser amigos de gente de todo el mundo?". Así es Phil.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios