Una alerta de Le Monde me informó de unas declaraciones de Elisabeth Borne, primera ministra de Francia, en la que se pide a los empresarios que reduzcan el consumo un diez por ciento. Le llama un plan de sobrieté. "Debemos, lamentablemente (malheureusement), prepararnos", decía el rotativo francés, y establecer un plan propio para septiembre. Para septiembre, destaco. No es una cuestión para más allá porque vienen malas. Los franceses son así. Y no les da miedo reconocer que "en caso de racionamiento" energético, las empresas serán las primeras afectadas (en realidad dice touchées, tocadas, golpeadas.) Todo viene de Putin, que conoce bien, al parecer, el comportamiento de sálvese quien pueda de una Europa que, me temo, no está tan unida como parece. Y que llegará tarde a los remedios contra la subida desorbitada de los precios de la energía y sus repercusiones en las empresas y en las familias. Así que se está produciendo una gradación de los mensajes. Como el que la señora Borne hace llegar a los empresarios y a la nación. El cuadro es preocupante. La inflación exige el correctivo sobre los salarios, que a su vez actúan sobre los resultados empresariales, tocados ya por el alza del precio de la energía. Y la retracción de la demanda. A largo plazo, y si no se actúa con acierto y firmeza, se puede colapsar la economía de Francia. Es así, no se trata de dibujar un horizonte apocalíptico sino afrontar una crisis que puede llegar a ser pavorosa en un invierno frío, mucho más frío si se camina de Sevilla a Praga. Iremos, me temo, del recuerdo de la pandemia, en la que nos jugábamos la vida, a esta crisis del sistema en la que nos jugamos la libertad, la seguridad y, puede, la paz. ¿Volverá el general Invierno? Muy importante que no pongamos el mingo en España, que haya grandes acuerdos de Nación, en el que todos metamos el hombro. Reduciendo voluntariamente el consumo y preparándonos para los cortes temporales, como nos han hecho con el agua del grifo si los pantanos muestran los fondos con iglesias fantasmagóricas y la orilla que se extiende hasta el suspiro. Madame Borne se lo ha dicho a los empresarios franceses y, de paso, a las francesas y a los franceses. Macron se va a Argelia, en donde no hay afecto por la ex colonia, y su primera ministra a los empresarios. No sabemos adónde van y vienen aquí sino estas descalificaciones, este clima irrespirable, este tú más. Pero viene la ola, presidente, esto es un maremoto, señor Feijóo. Los vecinos se movilizan, los vecinos franceses, alemanes, italianos… Estamos ya en el dulce septiembre de 2022.
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