La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Política y ensaladilla

Preparémonos todos para el vinagre de Módena y el rulo de queso frito de los mensajes electorales simplistas

Hace muy pocos días que un buen gastrónomo de Huelva y amante de Sevilla acudió al restaurante Yebra a darse un homenaje. Yebra es un sitio al que cierto alcalde de Sevilla enviaba a un escolta para coger mesa los viernes de Pleno. Y cuando el Pleno se demoraba, al sufrido agente le daba tiempo a hincharse de fantas de naranja con las que aliviaba la espera, pero esta historia es harina de otro costal (del puerto). Antes de tomar la A-49, nuestro hombre encargó un plato que no forma parte de la carta: ensaladilla. Y se la elaboraron como una atención especial, para que sus amistades probaran un clásico de la gastronomía sevillana en un sitio de los que ahora se llaman de referencia, porque ahora todo son referentes y referencias. La ensaladilla estaba de buena como para cantarle dos o tres saetas, con siseos y toses incluidas, por lo que un cliente preguntó la razón por la que no la metían en plantilla, por qué no la convertían en plato fijo. El dueño respondió desde detrás de la barra con efigie de Séneca: "Porque entonces seríamos uno más". Bastaba echar un vistazo a la carta para comprobar que todos los platos del negocio son una apuesta por la originalidad. En el período electoral que se ha abierto y que nos tendrá muchos meses en permanente campaña, preparémonos todos para las particulares apuestas por la originalidad de nuestros políticos. Ninguno nos ofrece la ensaladilla de toda la vida, sino las ocurrencias de última hora que sirvan para la compra de titulares y movimientos de redes sociales. El vinagre de Módena, la zanahoria rallada y el rulo de queso frito se ha expandido hace tiempo por la política, no para complementar, sino para sustituir cualquier contenido medianamente serio que pudieran ofrecer los partidos en sus programas, de ahí los memes, los vídeos con niños, las fotografías de diseño en aviones y otras estulticias. Los partidos juegan a distinguirse, pero al final se parecen todos demasiado, son miembros de la misma familia, como toros de diferentes hierros pero del mismo encaste, porque el marketing acoge a todos bajo el mismo techo. En tiempos todos acudían a los mismos empresarios a pedir ayuda (leáse dinero) y ahora se reparten las mismas consultoras. Se repite la simplicidad de los lemas, las camisas blancas de las fotografías, el contenido básico de los mensajes en las redes... Aquí nadie innova desde aquellas banderas de Rojas-Marcos (Amo Sevilla) o el taburete de Zoido. Todo es marketing. Todo se resume en la lección de la asistenta a la que el señor de la casa le preguntó un lunes cómo se lo había pasado en la boda de su ahijada: "Muy bien, ¿sabe usted? Comimos abundante porque el marketing era muy bueno". Se trata de comer mucho. Y beber las menos fantas posibles. Qué difícil es para los tíos del marketing inventar platos nuevos. Y hacer tuits inteligentes.

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