Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Políticos

EL Rey ha pedido una campaña electoral más austera y los partidos le han entendido perfectamente: el futuro Gobierno volverá a pelearse en los platós. Rivera ya ha pedido más debates electorales, que son donde se sienten más a gusto los líderes emergentes, que también se mueven con facilidad por el mundo subterráneo.

Desde marzo de 2004 el país parece vivir en perpetua campaña electoral: en el revanchismo de no aceptar que le corresponde al otro estar en el poder. La situación se fue afilando en este último cuatrienio, con un presidente escondido tras el plasma de sus medidas leoninas, mientras en la pantalla de casa se corporeizaba el cabreo que se hervía en la olla de la calle.

La televisión no ha dejado de estar en modo campaña desde las últimas europeas cuando las urnas vomitaron lo que venían arrojando los audímetros que se encontraron con Pablo Iglesias. Podemos empezó a enseñar músculo entre la decepción de las siglas del bipartidismo, anegadas por la corrupción, y Ciudadano irrumpió de contrapeso. Todo eso que se decía de lo higiénico y recomendable que supone romper las dos grandes fuerzas, dispersar el voto, repartir el mango de la sartén, blablablá, no ha servido para mucho. Para la parálisis. Sólo para que los Marhuendas, Indas y Verstrynges sean las sensacionales estrellas de los debates diarios, de esta campaña por fascículos que parece cafeína para los resentimientos y los enroques de cada uno.

La situación política vuelve a la casilla de salida de un parchís tontorrón donde las estrategias no sirven, porque lo que importa es devorar al otro. Todo eso iluminado en un plató donde se habla, habla, habla.

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