EN estos días casi todo el mundo critica a los políticos, y la verdad es que muchos políticos se han ganado a pulso la desconfianza y el desprecio de muchos de nosotros. "Un político es un culo sobre el que se sienta cualquier cosa menos un hombre", decía con desdén el poeta americano e. e. cummings (con minúsculas, como a él le gustaba). Y es indudable que muchos políticos reúnen casi todos los defectos que podamos imaginar, ya que suelen ser ineptos, vanidosos, hipócritas y zopencos, y cien cosas más que resulta enojoso enumerar aquí. Todo eso es cierto, pero me pregunto si a veces no nos excedemos en nuestras críticas, por muy irritante que sea el comportamiento pueril de los políticos (y basta pensar en Zapatero y en Rubalcaba y en Rajoy, y en todos los que les rodean). Y también me pregunto si nuestras exigencias desmesuradas no están apartando del oficio a los mejores candidatos a políticos. ¿Cuántos militantes del 15-M querrían dedicarse a la política? ¿Cuántos consentirían en militar en un partido? ¿Y cuántos se atreverían a presentarse como candidatos a alcalde, o a presidente de comunidad, o incluso a presidente del gobierno?

Si lo pensamos bien, los políticos disfrutan de muchos privilegios, algunos de ellos injustos y vergonzosos, pero también viven sometidos a un desgaste mental insoportable, cosa que tal vez explique que se les vaya la olla a los dos o tres años de ocupar el cargo, y no sólo por la rutina del poder, que les hace vivir rodeados de la adulación permanente de sus subordinados, sino por razones más complejas y más difíciles de explicar.

Los políticos viven sometidos a una especie de espionaje continuo. Casi no tienen tiempo libre, ya que hemos dado en creer que deben estar disponibles en cualquier momento. No les dejamos emitir un solo juicio que pueda ofender a alguien (¿y quién no se ofende a diario por las razones más estúpidas?), y además les obligamos a vivir espiados por miles de metomentodos que los miran y escuchan y comentan todo lo que hacen en Twittery en la red y donde sea, en unos tiempos en los que casi no existe la vida privada y hay cámaras y micrófonos en todas partes. En una empresa privada, cualquiera de estos políticos ganaría cinco o diez veces más, y viviría mucho más tranquilo, y no tendría que soportar el acoso de periodistas ni indignados. Y encima, en una empresa privada o un banco, un homólogo de un presidente de gobierno podría dedicarse a despedir trabajadores para cuadrar los balances, y luego "colgarle el muerto" al político de turno, ése que gana mucho menos y vive mucho peor en cuanto a responsabilidades y satisfacciones. Sí, las cosas son así. Y a veces es un milagro que siga habiendo gente que quiera dedicarse a la política.

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