Brindis al sol

Alberto González Troyano

Portugal y el iberismo

EN los últimos tiempos, bancos españoles han pasado a controlar bancos portugueses que, por cuestiones de solvencia, tenían dificultades. Situación que contaba con precedentes similares, ya que anteriormente, otras empresas españolas habían realizado maniobras de intervención en aquel país. Un fenómeno habitual en la Europa comunitaria de libre mercado y que si lo hubieran realizado compañías inglesas, francesas o alemanas, se habría asumido con toda naturalidad. Sin embargo, estas acciones han despertado un recelo anti-español que se creía ya olvidado. Incluso el nuevo presidente de la República, y algún otro ministro, han alertado de este peligro, como si se estuviese llevando a cabo el desembarco español temido ya desde la época de Felipe II.

Posiblemente, la necesidad de disimular problemas políticos internos obliga a recurrir a estos ingenuos trampantojos. Construir un enemigo exterior, si además es vecino, resulta fácil, porque los estereotipos nacionales (nosotros, los buenos; ellos, los malos) convencen y alimentan la imaginación de los pueblos. Manipular las emociones de la gente da resultados inmediatos y evita a los políticos hacer autocrítica.

Sin embargo, si estas reacciones viscerales tienen éxito y se han mantenido a través de los siglos, no cabe atribuirlo sólo a una disposición defensiva portuguesa, también por parte española -por desdén o indiferencia- no se ha buscado incentivar una imagen más acogedora. Y de hecho, estos dos países vecinos han vivido -y viven- literalmente de espaldas, sin que apenas se haya fomentado un deseo mutuo de entendimiento. Paradójicamente, la proximidad geográfica ha servido más de rémora que de estímulo para una conexión cultural. No obstante sería justo recordar que desde mediados del siglo XIX hasta el XX se han sucedido varios intentos de lo que se conoció como iberismo. Una serie de movimientos impulsados, desde las dos orillas, por escritores portugueses y españoles con el fin de reducir la incomprensión existente y relanzar puentes. El premio Nobel de Literatura Jose Saramago ha sido el último exponente de esta valiosa actitud.

Existen disposiciones europeas destinadas a establecer mayor fluidez y coordinación entre regiones colindantes de distintos países. El Algarve, Alentejo, Extremadura y Andalucía han iniciado una propuesta que debería consolidarse y servir de ejemplo de un nuevo iberismo militante y ambicioso. La Junta de Andalucía podría poner su empeño en conseguirlo.

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