La Sevilla del guiri

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Positiva

NOS conocimos tarde, y tuvimos los dos primeros niños seguidos, como si quisiéramos compensar el tiempo perdido. Mi mujer dio a luz al primero con 40 años y al segundo, con 41. Como todo eso sucedió sin complicaciones, y como tenerlos fue lo mejor que nunca nos había pasado a cada uno de nosotros, nos estábamos planteando buscar uno más.

Está de más decir que tener un niño es una decisión irracional. Como casarse (en el sentido cristiano del término) es aceptar una cruz. Las ventajas de tirar por ese camino benefician sólo el alma, y eso no se admite en los tribunales fríos de la mente, porque todo lo que puede hacernos sentir realmente útiles, espléndidos y buenos, todo lo que puede ser un gran motivo para querer vivir, puede llegar a ser todo lo contrario si llevamos la cruz sin ganas, integridad o valor.

De todas formas, como una pareja responsable, íbamos a pensarlo bien, teniendo en cuenta que probablemente los contras excederían los pros por mucho, aunque eso no significara que tuvieran más peso.

-Necesitamos nuestro espacio de tiempo tú y yo juntos para que todo funcione bien (mi mujer puso en contra).

-¿Crees que algo va mal?

-Trabajar unidos no es lo mismo que estar unidos de alma. ¡Qué poco tiempo que he tenido para lucir mi cuerpo contigo! ¿Seis meses? ¿Cinco?

-¡Anda ya! Disfruto de tu cuerpo todos los días.

-¿Cómo? ¿Con tu imaginación?

-Mira, cariño. Tener un niño es mucho trabajo, eso está claro. Tener dos, aún más. Y tener tres, pues imagínate. Pero mejor no pensarlo. Todo lo que merece la pena en la vida requiere trabajo y sacrificios. Y es verdad que el trabajo y los sacrificios agotan la energía necesaria para el romance. Pero es pasajero. Todos los matrimonios pasan por eso.

-Lo sé, pero no quiero que nos distanciemos. No quiero ser una estadística más.

-Si compartimos de verdad el propósito y las responsabilidades de tener y criar niños, nunca nos distanciaremos.

-No quiero pasar tantos años arrollada por niños pequeños. Tener una familia es algo más que esto.

-Hay dos pruebas irrefutables de nuestra felicidad: niño feliz uno, y niño feliz dos. Si tenemos otro, nunca lo lamentaremos. Piensa en la riqueza que hemos añadido no sólo a nuestra familia, sino al mundo, con estas dos criaturas. Será lo mismo con un niño más. Ahora mismo él o ella es sólo un producto de nuestra imaginación, por eso podemos debatir sobre el bien o el mal de su existencia. Una vez cuerpo y alma, será una alegría incuestionable.

-Buscar un niño con 43 años es buscar problemas. Puedo luchar por un niño malito si sólo tú y yo tenemos que sufrir mis disgustos y mis depresiones. Pero si tienen que sufrir también los niños es irresponsable tentar la suerte.

-Tienes un buen historial en parir niños sanos. Venga, intentémoslo una vez más.

-No eres tú el que tendrá que llevar el resultado, con todos sus altos riesgos, durante nueve meses.

-Parece que un poco del americano angustiado ha influido en ti, y un poco de la andaluza impulsiva en mí. Pues, una prueba más de nuestra felicidad.

- No tiene nada que ver. Esto no se trata de gastar o no cien euros en un capricho, o elegir entre comida japonesa y comida italiana. Las consecuencias durarán para siempre, y pueden ser graves.

-Si no ahora, ¿cuándo? ¿Nunca?

-¿Qué mosca te ha picado? Digamos que todo va bien, ¿qué pasa si es una niña? Tan puritano como eres, ¿vas a poder con todo lo que conlleva una hija a la mayoría de edad, eso cuando tengas más de 60 años y quieras tranquilidad?

-La mandamos a una universidad americana donde aprenderá a andar como un jugador de rugby y a llevar chanclas y camisetas holgadas durante todo el año. Esta noche, ¡a por el tercero! Perdón, la tercera. Si queremos una vida romántica, ¡hay que darle prioridad! Veamos si en el lecho nupcial la andaluza súbitamente prudente puede resistir los impulsos de un americano por fin liberado de la cárcel de su inacción intelectual.

Pasado un mes, me desperté con ella a las 6.30 de la mañana. La esperaba en la cocina. Se presentó a mi lado, trayendo consigo no una prueba de embarazo, sino tres, las otras dos ya antiguas, incuestionablemente probadas.

-Positiva ( me dijo).

-Por lo menos tuviste la delicadeza de informarme del resultado antes de almacenar todas en tu caja de tesoros (le dije).

No me echaba cuenta. Buscaba el teléfono de la matrona. Después de tanto parir, sabía hasta el último detalle los pasos precedentes. Me quedaba en un segundo plano con mis ilusiones, ella en el primero con sus preocupaciones.

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