A doce días para ir a las urnas, la impresión general es que ya está todo dicho. Hasta el resultado final. Sólo queda afinar las cifras básicas: número de diputados, mayoría absoluta o relativa y composición parlamentaria. Detalles con su importancia (política) pero, dada la lectura simplista que predomina ya en todas las campañas, totalmente accesorios ante la certeza esencial, que es quién va a ser el nuevo poder oficial. Todo el trayecto restante hasta el 20-N augura ser un ceremonial insulso. Los socialistas incidirán en que no todo está consumado, dirán que los indecisos pueden darle la vuelta a las encuestas y reiterarán su mensaje básico: con el PP todo puede ir a peor. Es probable. En el PP, salvado con éxito el río del debate electoral, la cosa consiste en dejarse llevar por la ola, no cometer errores y seguir sin desvelar el programa que se piensa aplicar.

Habría que preguntarse si todo esto no es una especie de estafa. Porque el programa político de los próximos años no se trazará desde la Moncloa. Ya está escrito desde Bruselas. Y sus líneas generales sólo significan una cosa: el ajuste nos puede cortar la respiración. Deceso nacional. Ya se vio ayer cuando la todavía vicepresidenta Salgado (propietaria en Suiza) vino a desmentir al aspirante socialista, Rubalcaba, que ante las cámaras de televisión clamaba por retrasar el Calvario un par de años. "Va a ser que no", vino a decir. Quien tenga la más mínima tentación de salirse del sendero trazado -por Alemania y Francia- ya puede ir mirando hacia Atenas. O en dirección a Roma. Las viejas patrias de los clásicos son las que más están sufriendo el ataque de los mercados. ¿Herencia del humanismo relativista que ha marcado nuestra cultura? Es cierto, antes también cayeron Portugal e Irlanda, atlánticas. Pero el único fantasma que recorre Europa es el déficit público y las enormes deudas privadas. En España purgar los pecados del ladrillo demorará quizás toda una década. El Plan Marshall que sueña con reinventar Rubalcaba no nació por caridad, sino como un eficaz instrumento político frente al comunismo. Muerto éste y con el capitalismo en honda decadencia, sólo se vislumbra el vacío existencial. La célebre tristeza post coitum.

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