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Cambio de sentido

Presidenciales

Las decisiones del inquilino de la Casa Blanca afectan al resto del mundo más que a sus paisanos

Permítanme el exceso: si me dan a elegir entre votar en las elecciones en España o en las presidenciales de Estados Unidos, me quedo con las gringas. Nos va mucho en ello, desde siempre. Quiero ser votante del país donde muchos ciudadanos no votan; tanto es así que bien podría fundarse el partido abstencionista, tendría opciones de ganar. No ir a votar puede ser una opción política con razones de peso, pero me malicio que la clásica abstención en el país más poderoso del mundo tiene más que ver con estar ahítos de su "democracia" -dicho sea entre comillas-, esa que hace exclamar a los protas de las películas eso de "¡No me pueden hacer esto! ¡Tengo mis derechos! ¡Soy ciudadano americano!". En muchos aspectos, las decisiones del inquilino de la Casa Blanca afectan al resto del mundo más que a sus paisanos. No hablo ya de los aranceles a la aceituna de mesa; me refiero a cuestiones medioambientales, militares, estratégicas, de seguridad sanitaria y de -mal- ejemplo al mundo, que se mira desde hace mucho en el espejo de Estados Unidos, y la conclusión que extrae en estos momentos es que si la primera potencia mundial la dirige el peor de los hombres, un histrión peligroso, soez y desorejado, gerifaltes de esa calaña también podrán manejar el rumbo de sus países. Trump en su trono normaliza la barbaridad.

Me escama que el partido demócrata no haya encontrado candidato más vigoroso que Joe Biden para renovar su cartel y plantarlo como firme rival de Donald Trump. Cada cual representa una "América" -así llaman en Estados Unidos a su país, mientras que al resto del continente le toca andar poniéndose prefijos y apellidos- cada vez más alejada de la otra. Por eso, la apuesta demócrata debiera haber sido más alta. Es como si estuvieran dando la batalla sin convicción. Biden y Harris tienen pinta de esos dúos musicales unidos artificiosamente por una discográfica, pegan poco, quedan raros. Ahora más que nunca haría falta predicar (con el ejemplo) desde Estados Unidos que los pueblos no deben tolerar por dirigentes a tipos como Donald Trump. Lo hermoso sería que esto se dijera desde la ciudadanía. Pero no va a ser, el maridaje entre ignorancia básica y supuesta democracia produce monstruos. La única baza sería que los demócratas plantarancara con contundencia. Pero tampoco va a ser. ¿Está el mundo preparado para un nuevo mandato de Trump? Insisto en el exceso: quiero votar -con la nariz tapada, as usual- en las presidenciales de Estados Unidos.

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