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Rafael Sanchez Saus

Presupuestos de nunca jamás

QUÉ triste es disponer de 382.048 millones de euros para gastar en un año y que nadie esté contento contigo! Eso debe pensar el bueno de Rajoy en estos días de abrojos en los que ve fundirse el crédito de su Gobierno dentro y fuera de España, entre sus votantes e incluso en el seno de su propio partido. Mientras la gente se arremolina contra los recortes y las administraciones apenas tienen para pagar las nóminas, los presupuestos presentados como restrictivos prevén un gasto de más de 20.000 millones sobre los de 2012. Ese aumento del 5'6 % del gasto del Estado lo sitúa en el nivel más alto de la historia pero, sorprendentemente, es compatible con una caída media de casi el 9% en los distintos ministerios. ¿En qué se va el dinero?

Franciso J. Ferraro aclaraba el pasado domingo en estas páginas el misterio: el año próximo hay que hacer frente a casi 40.000 millones en vencimientos de deuda, un 33% más que este año. Pero ese brutal incremento, que se come los nuevos ingresos generados por la escalada fiscal, no es nada para lo que nos espera en años sucesivos. Pagamos ya, y pagaremos mucho más aún en lo venidero, la desastrosa política de endeudamiento masivo del nefasto Zapatero y la incapacidad de Rajoy para poner freno al dislate que supone una estructura administrativa que nos lleva a gastar, año tras año, un 30% más de lo que se ingresa. Esto debería callar a los que siguen pidiendo endeudamiento sin tasa para salir de apuros, a no ser que piensen que ellos y sus hijos no se verán obligados a responder, que para eso ya está el pueblo lanar.

Otro prestigioso economista, Juan Ramón Rallo, ha calificado los presupuestos presentados para 2013 como "los más irresponsables de la historia", pues muestran a las claras la determinación de Rajoy de no hacer el menor retoque en la estructura del Estado. Rallo cifra en 130.000 millones anuales la corrección que se precisa en los gastos para equilibrar las cuentas, pero es evidente que eso no es factible con reformas epidérmicas, sobre todo porque se ha perdido un año precioso y ya no parece posible eludir la intervención.

La perspectiva de que ésta pueda producirse en breve haría entendibles los presupuestos presentados: si no se van a ejecutar nunca, ¿qué importa lo que se anote en ellos?; ¿qué importa que los ingresos previstos, a pesar de nuevos y draconianos impuestos, no se puedan cumplir?; ¿qué importa que las previsiones de crecimiento y creación de empleo sean increíbles? Por fin, ¿qué importaría lo que haga o deje de hacer Mariano Rajoy?

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