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El sábado se inicia la campaña electoral de Castilla y León, primer partido de la liga política que culminará con las generales. El segundo partido se juega antes del verano con las andaluzas y el tercero podría convocarse este mismo año en Valencia, si Pedro Sánchez no desbarata el calendario reduciendo la legislatura para celebrar elecciones en el momento más favorable para prolongar su mandato.

Desde que Mañueco adelantó las castellano-leonesas se han producido movimientos interesantes que confirman que es mucho lo que se juegan partidos con proyección nacional, y en función de cómo han ido los últimos días, se están tomado decisiones que tratan de salvar la cara de los contendientes; otras en cambio buscan potenciar la imagen de quienes tienen posibilidades de lograr un buen papel el 13 de febrero y colocarse en una favorable posición de salida en las generales, se celebren cuando se celebren.

Pablo Casado y la plana mayor del PP llevan dos semanas volcados en Castilla y León, pero esa voluntarismo será irrelevante si se compara con lo que tienen preparado para el inicio oficial de la campaña. Génova se trasladará a esta comunidad, pero también participarán los barones regionales y el alcalde de Madrid, las figuras más valoradas del PP en los últimos tiempos. Con Casado, Egea y Ayuso interpretando el pelillos a la mar con una convicción digna de un Oscar. Castilla y León importa per sé, pero también como línea de arranque para abordar las andaluzas con espíritu triunfador, el mejor ariete para unos buenos resultados.

Contrapone ese espíritu con el que abordan el reto PSOE y Podemos, que inician la campaña con decisiones que demuestran que sus dirigentes han asumido que no cuentan con buenas cartas. Cuando Mañueco convocó elecciones, Pedro Sánchez se presentó en el frente de batalla con sus mejores pertrechos políticos, pero los abucheos y encuestas le hicieron reconsiderar las cosas. Primero anunciaron su participación exhaustiva, luego en tres mítines, y ahora dicen que serán dos. Nos contarán que la crisis de Ucrania le obliga a dedicar todo su tiempo a los asuntos de Estado, pero engañará sólo a los que desean ser engañados. En Podemos la cosa está peor. El candidato no gusta al partido, Yolanda Díaz sigue sin confirmar su participación en la campaña y los sondeos tampoco les son propicios.

Las campañas no influyen en el cambio de voto, pero sí dan una pista sobre el posible resultado: cuanto menor sea la presencia de dirigentes nacionales, mayor serán los indicios de que sus siglas no convencen. A nadie le interesa dar la cara por un partido perdedor.

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