NO está bien arrimar el ascua de la Corona a la sardina propia. Algo parecido es lo que pasó el martes con la visita de los Príncipes a la nueva esclusa del puerto de Sevilla. Desde algunas instancias particularmente interesadas en que el proyecto de dragado vaya para adelante se ha tratado de instrumentalizar la presencia de don Felipe como una especie de aval a un proyecto particularmente polémico, en el que la última palabra no está dicha y en el que no se debe implicar a la Jefatura del Estado. Por ello la extraña visita del heredero y su esposa habría que encuadrarla en los muchos errores que está cometiendo la Casa del Rey, quizás desbordada por una situación que se les va de las manos. Mal por lo tanto para los que en Sevilla han querido darle a la visita un carácter que evidentemente no tenía y casi peor para los que en Madrid la planificaron sin tener en cuenta sus consecuencias.
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