La tribuna

Alfonso Lazo

Progresismo indígena

EL tiempo ha demostrado que los tres se equivocaban -Marx, Lenin y Stalin- cuando hablaban de leyes de la Historia determinantes de las acciones humanas; pues no existen tales leyes, nada está condicionado y todo pudo ser de otra manera. Sí existen, en cambio, "constantes" de la Historia; relaciones y enfrentamientos siempre presentes a lo largo de los siglos: lo barroco y lo clásico, la civilización y la barbarie, la religiosidad y el ateísmo, romanticismo y realismo, Apolo y Dionisos. Contradicciones que explican y nutren cada coyuntura histórica.

También es constante en la Historia universal la tensión y el choque entre progresistas y conservadores. Marx lo vio claro, pero se equivocó al repartir los papeles de los protagonistas: creyó descubrir una eterna lucha de clases en la que las fuerzas del progreso acabarían por extirpar los elementos retardatarios; extirpar, sabemos hoy, en el sentido más físico y literal: el pelotón de fusilamiento. Vilfredo Pareto, por el contrario, en su Tratado de sociología general (1916) interpretó esas tensiones entre conservación y progreso como inconsciente colaboración hacia la armonía social: una sociedad sólo de conservadores llevaba a la parálisis; una sociedad sólo de progresistas conducía al desorden y la anarquía. Un asunto de equilibrio.

En España tenemos nuestros progresistas. Pero mutantes. Un progresismo que se hizo visible hacia finales de la dictadura de Franco, y contra ella, cuando profesores y periodistas asumieron los principios y mitos de 1968 que les llegaban de París o Berkeley; de aquella revolución cultural cuyos efectos fueron comparables a los que puede provocar un niño armado con un martillo en una cristalería. Sin embargo, puesto que la cultura oficial del tardofranquismo era impresentable, el discurso de esa nueva intelligentsia, más o menos clandestina, acabó por ganarle al régimen la batalla cultural, fundando un pensamiento dominante y un imaginario colectivo que llega hasta nuestros días. Lo que a partir de entonces se llamó progresismo, al estar empapado de los antivalores del 68 es ahora en democracia una mera actitud retardataria por mucho que sus pontífices se califiquen de izquierdas. Los progresistas terminaron mutando a progres. Mas ya habían ganado antes el campo de la cultura.

Ellos son quienes dictan hoy nuestra vida cultural. Quienes han trocado el pensamiento libre y la tolerancia, conceptos inseparables del progreso, por el sectarismo, el Santo Oficio Laico y el dogma inamovible de que sólo la izquierda en la Historia de la cultura ha tenido rango de excelencia. Una fábula mentirosa. Porque cualquiera con medianos conocimientos puede elaborar listas interminables de altos maestros del pensamiento, las letras y las artes imposibles de asimilar por la autoproclamada izquierda: Goethe, Burke, de Maistre, Kierkegaard, Augusto Comte, Taine, Burckhardt, Kipling, Wilian James, Dostoievski, Knut Hamsun, Heidegger, Carl Schmitt, Jünger, C.G. Jung, Thomas Mann, Ortega, Zubiri, García Morente, Eugenio d'Ors, Eugenio Trías, Chesterton, Paul Claudel, Paul Valéry, Mircea Eliade, Solzhenitsyn, Peter Sloterdijk, Isaiah Berlin, Karl Popper, Werner Jaeger, Aquilino Duque, Antonio Escohotado... Esto únicamente como muestra de los nombres que no pueden ser nombrados y que nuestros inquisidores de progreso querrían condenar al olvido. Limpieza de la tierra de todo parásito (Lenin, 1918). Evidencia de la impostura ignara de la izquierdofilia y su pretensión de poseer el monopolio de la inteligencia. Incluso a veces el sectario se hace tan feroz que acaba estrangulándose a sí mismo. Compro el diario que sirve de faro a nuestro progrerío; a mí también me ilumina: cuando condena una película o a un escritor ya sé que pueden ser excelentes. Un periódico muy útil.

Las dudas que genera el discurso de nuestros progres indígenas inquietan (y digo indígenas en lugar de españoles porque nada molesta más al mutante que el nombre de España). ¿Es progresista el patriotismo, o sólo es legítimo el de los reaccionarios separatistas que izan su bandera con los ojos en blanco? ¿Es progresista en política educativa el igualitarismo a la baja que defiende la progresía? Los rankings internacionales sobre la calidad de la enseñanza dejan las cosas en claro.

Decía Pareto que en una sociedad armoniosa los conservadores son siempre más numerosos que los progresistas. Quizás en España el verdadero progresismo sea tan minoritario que ni siquiera se ve.

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