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La crónica económica

Rogelio Velasco

Promesas electorales y entorno económico

DURANTE todas las campañas electorales oímos propuestas de los partidos que compiten, que en ocasiones ignoran la coyuntura económica en la que se vive, tardan mucho tiempo en ejercer sus efectos o carecen de competencias para llevarlas a cabo.

Respecto de los primeras, la crisis de liquidez internacional que padecemos está ya afectando restrictivamente a la economía española; restricciones que van a continuar en el tiempo sin que conozcamos hoy cuándo desaparecerán. Estas restricciones se manifiestan, sobre todo, en la financiación del déficit exterior que alcanza el nivel del 9 por ciento del PIB. Hasta ahora, el crecimiento y la confianza depositados sobre nuestra economía, junto a la gran liquidez internacional, permitían su financiación. Estos elementos han cambiado significativamente.

Respecto de lo segundas, se habla continuamente de la mejora de la competitividad y de la productividad. Casi todas las medidas tendentes a aumentar estas variables (mejora en la educación, aumento del capital físico y tecnológico, reforma del mercado trabajo) tardan mucho tiempo en ejercer sus efectos sobre el tejido productivo, con lo que no podemos depositar apenas confianza en que durante una legislatura se observen sus efectos. Sólo la reforma del mercado de trabajo puede ejercerlo en el corto plazo.

Respecto de las últimas, la estructura y competencias de las Administraciones Públicas en España debilitan notablemente algunas de las propuestas electorales. Porque si queremos que aumente la competencia comercial entre establecimientos para reducir precios, hay que activar diecisiete medidas -tantas como comunidades autónomas- para que los efectos sobre el territorio y la economía fueran completos. La mejora de la calidad de la educación -además de lo señalado anteriormente- también se encuentra dentro de esta categoría de variable fragmentada en el territorio y sobre la que el Gobierno central carece de competencias efectivas.

En todo caso, hay que mirar no sólo al año en curso, en el que empiezan a notarse los efectos de la desaceleración. Más a medio plazo, las cosas se complican. Porque si bien algunas de las medidas fiscales propuestas ejercerían un efecto a corto sobre la actividad, más allá de ese efecto hay que afrontar otros problemas que no resolvería. España presenta una tasa de inflación sistemáticamente superior a la de nuestros competidores europeos. Además, la creciente fortaleza del euro respecto del dólar -ayer alcanzó el nivel record de 1,54- encarece continuamente las exportaciones al área dólar. De manera que tanto en esta área como en la UE, las empresas exportadoras encuentran dificultades crecientes para colocar sus productos con una rentabilidad decente.

El entorno económico internacional ha cambiado rápidamente. Las condiciones internas se están deteriorando tanto por la influencia exterior como por la imposibilidad de seguir endeudándonos sin límites. Ambas van a provocar un ajuste doloroso cuya intensidad no podemos anticipar. Esperemos que el ajuste sea el adecuado para que, cuando las condiciones exteriores sean favorables, retomemos una senda de crecimiento robusto y continuado.

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