Las dos orillas

José Joaquín León

Promociones electorales

AVANZA imparable la precampaña y nos llueven las ofertas. Después de criticar a los obispos por sus críticas, que es uno de los puntos fuertes de la estrategia del PSOE, hay que confiar en que Zapatero vuelva a sacar otro conejo de su chistera. No hemos tenido ofertas considerables desde que anunció la devolución de 400 euros a cada contribuyente que pague el IRPF. Por cierto, si lo unimos a otros ofrecimientos anteriores y lo comparamos con las ofertas que también realiza Rajoy en la precampaña, es fácil y demagógico llegar a la conclusión de que están intentando comprar los votos (aunque sea en el buen sentido de la palabra). Pero esta apreciación sería una ingenuidad.

En la política, desde hace tiempo, se emplean las técnicas de marketing comercial, incluso las más burdas y rudimentarias. Promesas se hicieron siempre y a veces incluso se cumplieron. Tropecientos mil puestos de trabajo, no sé cuantas viviendas de protección oficial a buen precio, descuentos en los impuestos, grandes facilidades, regalos y premios para jóvenes y jubiladosý Estas ofertas electorales cumplen el mismo rol que los productos-gancho. Se trata de atraer al consumidor hacia el lugar adecuado para que compre, en este caso al votante hacia las urnas para que vote. Como cada vez cuesta más trabajo y los temores a la abstención se han multiplicado, las ofertas deben ser lo más atractivas posibles. De modo que ya no basta con una temporadita de rebajas (fiscales o de lo que sea), sino que estamos en plenos saldos, en una liquidación total de las existencias, en un sálvese quien pueda porque la crisis del consumo y del votante están ahí. Por eso se apoyan tanto en Pedro Solbes y Manuel Pizarro.

Las empresas buscan fidelizar a sus clientes y los partidos convertir en fieles a sus votantes. Para ello aplican todas las técnicas del marketing comercial: desde ofrecer productos-ganga en sus programas, hasta buscar nichos específicos de consumidores a los que hacer un guiño para atraerlos. Zapatero con el anticlericalismo y la posible ampliación del aborto busca un público concreto, igual que Rajoy con las críticas a la negociación con ETA y las medidas sobre inmigración. Porque la realidad es que unos y otros necesitan, respectivamente, los votos colindantes con la izquierda radical y la derecha más rancia, y con la dificultad de buscarlos sin ahuyentar a las mayorías propiamente dichas.

Los expertos en marketing consideran que un exceso de promociones sólo aporta clientes oportunistas y efímeros. Zapatero y Rajoy corren el riesgo de crear una política nacional de bajo coste. No les importa. Y, por si falla, uno se encomienda a Dios y otro al diablo. El que pierda sabe que está condenado.

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