DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Pronosticar, como prometer, es propio de mentirosos

Tomemos una frase de Vicente Cantatore para no apostar por lo que estuvo tan confinado

Parecía que no iba a llegar nunca este derbi de vísperas interminables y que aparece casi tres meses después de que lo ordenase el calendario. Tres meses de vísperas dan para mucho, pero lo cierto es que ha estado como en un estado de hibernación que sólo despertó cuando habló Loren y contestó Del Nido. A partir de ahí, declaraciones de todo tenor viniesen o no a cuento, que para eso es ése el perejil que está en todas las salsas.

¿Quién iba a decirnos que lo programado para el 15 de marzo ocurriera este jueves 11 de junio, festividad del Corpus? Se vivía entonces bajo la euforia bética de un triunfo sobre el Madrid, mientras que en el Sevilla había sido muy bien acogido el empate en el Metropolitano. Ahora, la realidad es que son catorce puntos los que separa a ambos junto a las incógnitas emitidas por un confinamiento que nos ha cogido sin posibilidad de tomarle el pulso a los contendientes.

Desde aquel derbi que inauguró oficialmente el estadio sevillista, un servidor ha visto todos los derbis. Desde el gol de Luis del Sol que está en la historia hasta el que hizo De Jong el pasado noviembre, no hay un solo derbi que se me quede atrás, pero el de hoy es tan singular, tan atípico y fuera de contexto... Porque es que el fútbol sin público llega descontextualizado y, por ende, con el avant match plagado de virtualidades, hipótesis y medias verdades.

Los números declaran favorito al Sevilla de forma indiscutible, pero son tan raras las circunstancias que rodean a este partido que meterse en pronósticos llevaría a rescatar una frase que esgrimía con frecuencia el gran Vicente Cantatore. Decía que prometer o pronosticar es propio de mentirosos. Y ahí andamos, en el tramo final de una cuenta atrás que empezó hace casi tres meses y que culmina esta noche si no hay contratiempos, que ya no sabe uno la duración de cada víspera.

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