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La ciudad y los días

carlos / colón

Propuestas puramente verbales

EL señor López Garrido escribía ayer en nuestras páginas de opinión que "hay dos medidas que no se quieren tomar y que son las únicas que harían ver como sinceras las condolencias y los lamentos, puramente verbales, que nacen de las autoridades de los países europeos". La primera, "dotar de más barcos de salvamento a la Agencia Europea Frontex, y cambiar su mandato: de proteger fronteras a salvar vidas", es posible y necesaria salvo en un matiz. ¿Hay medios para acogerlos garantizándoles todos los derechos y exigiéndoles todos los deberes propios de los ciudadanos europeos?

Esta pregunta hace difícilmente viable la segunda medida que propone: "facilitar que puedan pedir protección desde sus países de origen o de tránsito, que se examinen esas solicitudes y que se conceda la protección exigida por el Convenio de Ginebra de 1953 y el Protocolo de Nueva York de 1967". Si las ciudades europeas -desde las metrópolis como Londres o París hasta las capitales de provincia como Sevilla- no son capaces de solucionar los trágicos problemas de sus cinturones de miseria, creando inframundos de marginación que condena desde su nacimiento a quienes viven en ellos, ¿estamos en condiciones de acoger e integrar a todo aquel que logre llegar jugándose la vida o a los refugiados legales que llegarían en mucho mayor número si esta propuesta prosperara?

Además del inmenso aparato burocrático necesario para estudiar y tramitar las peticiones de asilo, dada la múltiple procedencia de los inmigrantes y los distintos dramas de los que huyen, ¿es técnicamente posible hacerlo con garantías? Y si lo fuera, ¿qué hace con ellos una Europa que no es capaz de solucionar sus problemas de marginación? No hablo sólo de la banlieue parisina o de Newham en Londres, sino de las Tres Mil Viviendas que una ciudad mediana como Sevilla no es capaz de normalizar desde hace décadas. Si no somos capaces de garantizar una vida digna a quienes habitan estos barrios, si en ellos se sufre la tragedia de los niños condenados a la marginación desde su nacimiento, ¿podemos acoger humanitariamente a los cientos de miles de inmigrantes que llegan jugándose la vida? ¿Estaríamos en condiciones de acogerlos si su número aumentara al facilitarles la entrada? Urge el realismo humanitario para que estas propuestas no incurran en lo que denuncian: ser puramente verbales.

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