Odisea gorda, con todas sus letras y que no acabó en tragedia por la intervención de un hombre del toro. Si una vez fue Ángel Peralta quien le salvó la vida a Jaime Ostos en Tarazona u otra Rafael Sobrino quitándose el cinturón para el providencial torniquete y que a Pepe Luis Vargas no se le fuese la vida por el tremendo boquete que Fantasmón abrió en su muslo, ahora ha sido Raúl Gracia El Tato el que con su experiencia de mil enfermerías vividas evitó una tragedia. Lo pasado por Manuel Escribano en una uvimóvil nos retrotrae a aquella España de sórdidas enfermerías que empezó a corregirse tras la muerte de Paquirri en Pozoblanco. En esta ocasión había medios, pero el destino se cruzó con la impericia de un galeno que no vio el alcance de la cornada. Afortunadamente, El Tato se dio cuenta de la gravedad, se puso tierra de por medio y Escribano puede contarlo.
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