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Visto y oído

Antonio / Sempere

Provocación

LA campaña está muy bien hecha. Por eso me cabrea aún más. Las conversaciones entre celebridades nuestras hablando sobre el futuro debería haber corrido a cargo de una de nuestras televisiones. No de un banco. Que las teles estén en lo que están mientras las entidades bancarias realizan estos espacios demuestra hasta qué punto los mundos mediáticos andan revueltos. Nunca se ha escrito que la publicidad sea cosa de ingenuos ni aspirantes a la santidad. De lo que se trata es de persuadir, conquistar y seducir a un espectador que cree que se las sabe todas pero que, siempre, continúa siendo un cliente potencial. Y a por él se va. Sin contemplaciones. El verbo engañar está prohibido. Nunca puede haber engaño propiamente dicho. Sólo se trata de embaucar. Y claro, ese otro infinitivo tiene los márgenes muy anchos.

Pero a mí, les soy sincero, esta campaña me ha hecho daño. No es lo mismo que Freixenet lance su inocente musical de burbujas con Sara Baras, a que lo haga una entidad bancaria. Y que además, precisamente con la que está cayendo, articule toda su estrategia en torno a una palabra tan preciosa como es "futuro". Si en mis tiempos decíamos que la paz es demasiado importante para dejarla en manos de los ejércitos, sin duda que suena a broma de mal que gusto que el futuro, nuestro futuro, tenga que ser mucho mejor gracias a la banca. Por eso, desde el primer día que vi esos anuncios suntuosos, publicados a doble página en diarios donde el espacio es carísimo, me rebelé. Me rebelé ante la revelación. Resulta que frente a los supuestamente chiflados del 15-M, y aprovechándose de los iconos que representan, personajes como Pep Guardiola, Fernando Trueba, Inocencio Arias o Estrella Morente ejercen, a golpe de talonario, de cómplices.

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