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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Proyectos: entre la hibernación y la cefalea

Muchas veces se tiene la percepción de que todo está estancado, de que no hay el más mínimo movimiento

Nunca hemos dejado de vivir en el Far West -no aludo a él por la violencia, que no la hay aquí como en aquellos andurriales; aunque de vez en cuando se monta en algún que otro barrio una con tintes a la del OK Corral-. Lo digo por las que nos traemos por aquí con los trenes, con el tranvía. Y con el Metro, sí, también con el Metro. (Bueno, y por supuesto también con una carretera y con una autovía y con una ronda que circunvale la ciudad y con los túneles y los puentes que crucen esa ronda y con una autopista y su peaje y con las calles que deben ser peatonales y no terminan de serlo y con el carril bici en uno u otro sentido o en sentido doble y con las aceras más anchas y con el pavimento y el adoquinado y el embaldosado y el asfaltado.) Aunque allí eran más rápidos. Y más resolutivos -quizá en exceso para los pieles rojas-. La necesidad imponía la urgencia. También el negocio, desde luego. La vastedad del territorio era otro condicionante importante que obligaba a acelerar los proyectos. Todo, además, con un aire de conquista. La aventura de llegar lejos, hasta el Pacífico. Aquí nada es tan grande. Aquí todo es mucho más lento. Muchos días se tiene la percepción de que no hay el más mínimo movimiento. Todo está estancado. Y entonces, a veces, se mueve algo. Y hasta la próxima (nada próxima). Así que allí las traviesas y los raíles se multiplicaban.

Aquí es otra cosa. O lo parece. No se trata de que se ejecuten los proyectos con una aceleración impropia y descontrolada, con prisas interesadas, y mucho menos saltándose las más elementales normas, el concurso público, la adjudicación más escrupulosa, la licitación correcta, la consideración de las alegaciones, su financiación sin manchas ni agujeros, una fiscalización pormenorizada; en definitiva, con el mayor y riguroso respeto a todo lo que exige la ley, pero llevamos ya los de cierta edad -qué decir de los que nos superan en años- oyendo hablar y leyendo acerca de planes casi esclerotizados, paralíticos, lentísimos, que no se saben si siguen en pie o se han caído y han vuelto a levantarse pero por poco tiempo y para volver a quedar adormecidos. Miren si no las páginas 8 y 9 de este mismo periódico y se encontrarán con la información del estreno del aparcamiento público de Bami. Ha despertado de su hibernación catorce años después. No es poco para un aparcamiento. Y la ciudad conoce un montón de casos como éste, e incluso más dolorosos, causantes de una cefalea monumental en instituciones, pero sobre todo en los vecinos, que son los más afectados y para los que no hay, durante todo ese tiempo, remedios paliativos.

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