LA vertiginosa velocidad de la crisis económica internacional ha cogido a centenares de familias sevillanas fuera de casa. Cuando hace un mes prepararon su equipaje para marcharse a Francia y su vendimia, el mundo de los dineros era otro bien distinto al que les aguarda cuando regresen pronto a Pruna, Fuentes de Andalucía, El Saucejo y otros pueblos pobres. Imagínelos a la hora de cenar, arriñonados tras un dura jornada en los viñedos, buscando Televisión Española, o apañándose con los canales franceses, para seguir la caída del imperio bancario. Ahora están más cerca de Sarkozy, el presidente de turno de la Unión Europea, pero más lejos de la prosperidad. Al marido de Carla Bruni esta crisis le viene grande para las alzas de sus zapatos, escaso punto de apoyo para liderar el zafarrancho bancario del territorio euro.

En pueblos como Pruna han comenzado el año perdiendo el trabajo en el sector de la construcción para el que habían emigrado a la Andalucía de las áreas metropolitanas y del litoral. Eran temporeros bien pagados del ladrillo, pero tras el hundimiento laboral del sector inmobiliario han pugnado por conseguir un contrato de jornalero en Francia. ¿Y ahora qué? La campaña de la aceituna. ¿Y después? De trotaespañas recuperando los espárragos, la fresa y los cítricos pagados mal y en liza con los inmigrantes. ¿Y cuando los subsidios no den más de sí, ahora que en las sucursales bancarias no dan préstamos?

Bienaventurados los vendimiadores en tierra extraña, salen de casa para comer caliente y volverán con ahorros que han de fiar o no a los bancos. Lejos, muy lejos de sus pueblos encalados, en un mundo de rascacielos se ha jugado al trile con los bienes del prójimo y toca que el planeta se pare para hacer inventario, reponer la caja y repartir los costes de la gigantesca tropelía. Pueblos como Pruna pagarán una factura desproporcionada por delitos que no han cometido.