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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

tOMÁS GARCÍA RODRÍGUEZ

Doctor en Biología

Puerta de Macarena

Bajo mi techo pasaron muchos reyes: Alfonso XI, los Reyes Católicos, Carlos I...

Me construyeron los almorávides a principios del siglo XII, en tiempos del Emir Ali Ibn Yusuf, cuando elevaron y ampliaron la cerca erigida en Ishbiliya por el Reino Taifa sobre las ruinas del muro romano que derribó Abderramán III. En época almohade, vi levantar un arco almenado en la barbacana exterior que daría acceso a un espacio cerrado que me embocaba. Según confirma Luis de Peraza en 1530, yo poseía entonces dos arcos y dos torres: "Entre los dos arcos están dos altas y fuertes torres, y entre ellas una alta y fuerte puerta, dentro de la qual está otra pequeña plaza y otra puerta que entra dentro de la ciudad, entre las cuales puertas los reyes juraban los privilegios y libertades desta cibdad". Una vez atravesada, los viajeros accedían al comienzo del antiguo Cardus Maximus, el eje norte-sur que dibuja el trazado de la antigua calzada imperial.

Bajo mi techo pasaron muchos reyes: Alfonso XI, los Reyes Católicos, Carlos I e Isabel de Portugal para sus fastuosos esponsales de 1526...; realizaban el pleito homenaje ante los muros y juraban los privilegios y fueros de la villa en el patio intermedio existente entre mis dos portales. Felipe II, en su única visita a Sevilla en 1570, entró triunfalmente por la antigua Puerta de Goles, llamada desde entonces Puerta Real, pero Felipe IV volvió a restituir mi honor cuando visitó la ciudad en 1624.

Tengo el orgullo de ser, junto a la de Córdoba y el Postigo del Aceite, uno de los pórticos que permanecen en pie después del derribo de la fortificación a partir de 1859, con el alcalde García de Vinuesa, que se aceleró tras la Revolución Gloriosa de 1868. También me distinguía el poseer la licencia real para el ingreso de cereales, al igual que la Puerta de Carmona y la de Triana.

Me sometieron a severas reconstrucciones en los siglos XVI y XVIII, quedando con el aire clasicista y señorial que luzco en la actualidad. Me coronan capiteles, conservo lápidas conmemorativas y un retablo cerámico que me remata con la Virgen Esperanza Macarena, sustituyendo al primitivo de la Virgen de los Reyes que me presidió hasta 1923. Sigo en pie después de mil avatares y me siento honrada cuando, en la Madrugá y mediodía del Viernes Santo, la Virgen que heredó mi nombre se digna pasear a través de mi añeja arcada y enardece los corazones de miles de personas que ríen, rezan o lloran al recordar épocas pasadas, saboreando el espectáculo ensoñador de su Procesión por mi barrio de San Gil.

Mi nombre primitivo sigue siendo una incógnita: unos dicen que procede de Macaria, una hija de Hércules; otros de Macarius, un magnate romano; incluso de un musulmán principal o una infanta andalusí con ese nombre. En fin, hoy me llaman Puerta o Arco de la Macarena y me siento complacida de haber sido la de mayor entidad entre las catorce puertas y los tres postigos existentes en su día en la muralla. En una de mis inscripciones preferidas reza: "Extremo serás del mundo, Sevilla, pues en ti vemos juntarse los dos extremos...".

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