Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Puritanos

ENTREABRIENDO las pesadas cortinas del tiempo puedo ver con precisión a la madre de un amigo, muy religiosa e implacable, severísima con las jóvenes más modernillas de la urbanización cuando éstas eran aún bastante mayores que sus dos únicas hijas, a quienes su mamá retenía como dechados de virtudes por ser temerosas de Dios. Sin haber llegado a la mayoría de edad, la mayor de ellas se quedó preñada de penalti. Durante el tiempo en que la barriga se podía disimular, mamá ideó una coartada moral para tal contradiós en una casa como la suya (pocas cosas hay más maleables que una conciencia puritana, o sea, la de una ética de fachada): "Mi niña se ha quedado embarazada porque ella es decente y no pone barreras a la voluntad del Señor; no como otras, que utilizan anticonceptivos y matan criaturas". Por igual comportamiento decente -unido éste a un cierto furor de bajos, tan propio de la edad como cocinado al fuego lento de la moralina- a la segunda hija le sucedió exactamente lo mismo, y la señora volvió a esgrimir exactamente el mismo argumento, convencida de que era infalible, casi tanto como la eficacia seminal de sus repentinos yernos.

Correría 1983, lo cual haría coincidentes estos hechos con un artículo precisamente llamado Moral y puritanismo, de Fernando Savater. En él definía con claridad los territorios de la moral -la opción interior, cincelada con criterios propios- y del puritanismo -la opción de fachada, inclemente sólo con los demás-, que son distintos y fronterizos, aunque no pocos los sobreponen, habitando sólo en el puritanismo, que descansa sobre la moral, asfixiándola. En estos días, uno de los asuntos obligados en la opinión pública, el secesionismo catalán, recuerda a la muy extendida doble moral. En el duelo epistolar iniciado con la Carta a los catalanes de Felipe González, tan desafortunada y soberbia como de bíblica resonancia, y respondido con la A los españoles, con Artur Mas entre los patriotas catalanes firmantes, es difícil discernir cuál es más moral o más puritana. Aunque la más falsa contiene esta solemne estupidez en su misma entradilla: "Cataluña ama a España y la sigue amando". Dejando aparte que los pueblos ni se aman ni dejan de amar, sino sus individuos en todo caso (esto recuerda al IRPF y las balanzas fiscales, por cierto), la frasecita suena a quien, en el momento de comunicarte que te abandona, asegura que no te puede querer más. Más falso que un Judas de plástico.

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