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"¡Putos libros!"

El Barómetro de Hábitos de Lectura dice que el 40% de los españoles leyeron poco o nada el pasado año

Su cara expresaba un alto grado de decepción. Lo que para él era un tesoro o, más bien intuía que era un tesoro, no lo quería nadie. Todo ocurrió en una librería de viejo. Un señor se acercó al librero y le ofreció una serie de libros que tenía en su casa, cuyos títulos se había encargado de anotar en un folio. El librero le echó un vistazo y le dijo bien claro: No me interesan. El vendedor, que no debía saber mucho de libros ni de bibliofilia, llegó a decirle al librero que se los regalaba, que se conformaba con que le quitara los libros de casa y poder así disponer del mueble. La respuesta volvió a ser tajante: No me interesan y, por si fuera poco, ir a recogerlos a su domicilio me cuesta un porte. El vendedor, enormemente contrariado, se limitó a expresar: ¡Putos libros!

Si algo caracteriza a una librería de viejo es que allí suele acudir una fauna variopinta que generalmente sabe de libros y otros que son coleccionistas en el más puro sentido de la palabra que buscan aquél libro que leyeron en la infancia o aquél tebeo que le falta para completar la colección. Los que por allí vamos somos un poco especiales y los libreros de viejo más peculiares aún. Pero jamás había oído ese adjetivo precediendo a la palabra libro.

Al momento hilé conversación con ese señor y me explicó su problema. Hacía unas semanas que había fallecido su suegro y no sabían qué hacer con su biblioteca. La habían ofrecido a la Universidad de la que él había sido profesor, pero ésta le dijo que estaba saturada y que había centenares de cajas sin desembalar en los sótanos. Le recomendaron donarla a algún instituto o venderla a algún librero de viejo, pero ambas cosas fracasaron. Los libros técnicos y las enciclopedias, dijo el librero, no los quiere nadie.

Coincide este episodio con la publicación de los datos elaborados por el Barómetro de Hábitos de Lectura que realiza cada año la Federación Española del Gremio de Editores en el que se dice que el 40% de los españoles leyeron poco o nada el pasado año. Y no pasa nada, añado yo. Al fin y al cabo, para lo que se publica, un alto porcentaje de títulos son totalmente prescindibles. Ocupan demasiado sitio y, luego, no los quiere nadie. Como era de esperar el secreto no está en la cantidad ni en un porcentaje elevado, sino en la calidad tanto del texto como de la edición. Llegado el momento, más de uno acabará diciendo: ¡Putos libros!

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