LOS tiempos de Quevedo quedaron atrás, pero a los periodistas se nos podría señalar con el dedo acusador y toda la sorna del mundo con el soniquete del verso más famoso: "érase un hombre a un portátil pegado".

El seguimiento de la información en tiempo real es verdaderamente patológico. En las redacciones hay monitores donde se ven las señales de la CNN y del Canal 24 Horas. No faltan redactores jefes con el aparato de radio conectado al Todo Noticias, mientras que asoman a las ventanas de las pantallas, permanentemente, las ediciones digitales actualizadas. Lo que es peor, actualizadas una y otra vez, porque en cuestiones de actualización, nunca está de más una última mirada.

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. El caso es que nos hemos vuelto un poco majaretas. Hemos sacado las cosas de quicio. Y nos da por pensar que al común de los mortales la información le importa tanto como a nosotros. Nos extraña que todavía haya gente que se entere de lo que ocurre con retardo, cuando toca la hora del informativo en la televisión, o lo que más grave, en la lectura del periódico del día siguiente. Desde ese punto de vista, y sólo desde ese, lo que hacen en Telecinco nos parece no sólo comprensible, sino hasta entrañable. Sus informativos se desmarcan por completo de lo que está ocurriendo, del está pasando, lo estás viendo y la actualización continua. Y van a lo suyo. A sus bromas. A sus juegos.

Contemplo los de este verano con ojos cómplices, y agoto mis dosis de perplejidad y estupor. Los contenidos de Gente son bocado de gourmet comparado con lo que allí vemos. Deben ser unos precursores, visto lo visto en estos meses.

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