Antonio Brea

Historiador

Quioscos de lance

Von Salomon, al que no hay que confundir con cierto jerarca de los "camisas pardas" con el que compartía apellido de incómoda resonancia, fue un personaje de poliédrica trayectoria.

Una de las consecuencias más palpables de la caída de ventas de la prensa impresa, por causa de los cambios tecnológicos, se manifiesta en el cada vez más variado muestrario de artículos que ofrecen los dueños de los quioscos de nuestra ciudad para ganarse el sustento cotidiano. Entre ellos destacan los libros de lance, proporcionados en muchos casos por fieles clientes, probablemente deseosos de aligerar el peso de sus estanterías.

Gracias a esta realidad, pude hacerme en fechas recientes con un ejemplar de la primera y quizás única edición española de El cuestionario, de Ernst von Salomon, fechada en 1955 bajo el auspicio de Luis de Caralt. Una obra, originalmente publicada en lengua alemana cuatro años antes, que despertó una gran polémica dentro y fuera de su país. No en vano, se trataba de un duro alegato contra la ocupación del territorio alemán por los aliados occidentales y en particular por los estadounidenses que, si bien anduvo muy lejos del grado de brutalidad de la soviética, contempló aspectos bastante más oscuros que el reparto de golosinas exaltado por la propaganda de posguerra. Así lo acreditan, por ejemplo, los hechos relativos a la violencia sexual ejercida por la soldadesca, descritos por investigadoras como Miriam Gebhardt o Carol Harrington.

Von Salomon, al que no hay que confundir con cierto jerarca de los "camisas pardas" con el que compartía apellido de incómoda resonancia, fue un personaje de poliédrica trayectoria. En ella se suceden el combatiente de los Cuerpos Francos, el conspirador implicado en el asesinato del ministro Rathenau, el revolucionario defensor del campesinado, el colaborador del filósofo Jünger, el guionista de la UFA enamorado de una mujer judía en pleno auge del antisemitismo y el ácido cronista de la desnazificación. Y, como hilo conductor de todos esos roles que ejerció a lo largo de su vida, el autor de novelas formalmente mediocres, pero de un gran valor testimonial.

Buena parte de lo que conozco sobre este escritor olvidado se lo sigo debiendo al universo local de la compraventa de libros, en este caso a la Librería Anticuaria Los Terceros, vecina de esas tabernas emblemáticas que son Los Claveles y El Rinconcillo. En ella encontré hace años un ejemplar de Los lenguajes totalitarios, el monumental ensayo de Jean-Pierre Faye, traducido por Taurus en 1974, dedicado a las corrientes antiliberales imperantes entre la intelectualidad de la República de Weimar. Unas tendencias que fueron mucho más allá de aquellos dos movimientos de masas antitéticos que fueron el estalinista KPD y el hitleriano NSDAP y que dieron lugar a todo tipo de iniciativas culturales y políticas difícilmente clasificables, cuyas posiciones trascendían el enfrentamiento entre maniqueísmos homicidas que marcó la historia europea del siglo pasado.

Es precisamente en este terreno de indefinible antiliberalismo, a medio camino entre la izquierda y la derecha, donde hay que situar al autor del envejecido libro que hallé, una soleada mañana, en un céntrico quiosco.

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