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Las dos orillas

josé Joaquín / león

Racismo y esclavitud

A cuento del plátano que le lanzaron a Daniel Alves en Villarreal (y de posteriores episodios), se ha vuelto a debatir si España es un país racista. La cuestión no es que todos los españoles sean así, evidentemente, sino si existe el problema o no. Y, mientras esto sucede, casi todos los días se leen noticias de trata de blancas, de negras, de mujeres de todos los colores, explotadas por proxenetas, a modo de esclavas contemporáneas. Por no hablar de quienes se aprovechan y explotan, en plan negrero, a los inmigrantes ilegales que consiguen entrar en condiciones miserables.

Existe la idea errónea de que la Constitución de Cádiz de 1812, que fue el primer intento de abrir España a la democracia, acabó con la esclavitud. No fue así. En la capital gaditana hubo esclavos antes, durante y después de las Cortes. Según publicó el profesor Arturo Morgado García, director del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Cádiz, en el censo de 1840 aún estaban inscritos cinco esclavos (tres mujeres y dos hombres). La abolición legal de la esclavitud en la España metropolitana se aprobó en 1837, pero quedaban excluidos los territorios de Ultramar. En Madrid, en 1873, se organizaron manifestaciones a favor y en contra. España aún mantenía 31.000 esclavos en Puerto Rico y unos 400.000 en Cuba. Aunque entonces se abolió en Puerto Rico, siguió en Cuba hasta 1880. Es decir, que todavía falta para celebrar el bicentenario de la abolición de la esclavitud en España.

El racismo y la esclavitud no son conceptos tan antiguos como se supone. Tampoco son idénticos, aunque a veces lo uno lleva a lo otro. El racismo es más genérico y difuso, al punto de que a veces pasa desapercibido. No sólo hay racismo contra los africanos, o las personas de piel negra. También contra los chinos (incluso en artículos firmados), o contra los sudamericanos, o contra los gitanos. Por ejemplo, no todos los chinos tienen comercios ilegales. Ni todos los sudamericanos son carteristas del Metro. Ni todas las brasileñas o ucranianas son prostitutas. Ni todos los españoles son honrados a carta cabal.

El problema surge al generalizar. Y al tener prejuicios contra las diferencias. En cuanto a la esclavitud, es cierto que los esclavos de hoy en día son más libres, porque pueden elegir entre serlo o no. Pero aún quedan personas a las que se fuerza a decidir entre la sumisión o la miseria.

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