EL secreto del éxito de Rafa Nadal es que ha sido educado para ser justo lo contrario que la mayoría de niños actuales. En vez de enseñarle a ser una persona caprichosa, mimada e indolente, sus familiares han procurado que fuera todo lo contrario: un chico austero, disciplinado, frío y con una enorme capacidad de resistencia y sufrimiento. A los quince años, Rafa Nadal ya tenía la mentalidad de un samurai. Desde muy niño le inculcaron un insólito sentido de la lealtad hacia los suyos, y en vez de rodearse de extraños y de aduladores y de chupópteros (como les pasó a Maradona y a Ronaldinho), no se ha separado nunca de sus padres ni de su tío, Toni Nadal, que es su preparador y representante. A pesar de ser el mejor jugador del mundo, no vive en una laberíntica mansión de Miami rodeada por varios kilómetros de vallas electrificadas, sino que comparte con toda su familia un edificio normal en el centro de Manacor. Su abuelo vive en un piso, su tío en otro, sus padres en otro y él en otro. Y cuando sale con su novia por Manacor, Nadal va a los mismos bares y a los mismos sitios a los que van sus antiguos compañeros de colegio. No maneja cochazos ni gasta el dinero a manos llenas. No alardea. No se exhibe. Sabe que en cualquier momento puede llegar una cadena interminable de derrotas y que los que ahora lo miran con envidia empezarán a mirarlo con desprecio. Pero cuando llegue ese día, él seguirá haciendo lo mismo. Irá a los mismos bares, vivirá en el mismo edificio, llevará la misma ropa.

Cuando le preguntaban cuál era su modelo de artista, el escritor Roberto Bolaño decía: "Un guerrero". Rafa Nadal pertenece a la categoría de los guerreros con que soñaba Bolaño. Sabe muy bien que el éxito no se le puede subir a la cabeza, ya que un guerrero nunca es tan vulnerable como cuando se cree indestructible (tal y como demuestran las mayorías absolutas de los políticos). Y también sabe muy bien que ni las derrotas ni los fracasos deben hacerle perder el ánimo, ya que siempre es posible sobreponerse a cualquier desastre (y en la agónica final de Wimbledon ante Federer, Rafa Nadal demostró hasta qué punto era capaz de hacerlo). A cualquier otro deportista que hubiera vivido los mismos éxitos a una edad tan temprana, lo más probable es que se le hubiera ido la olla. En el caso de Rafa Nadal, nada de esto ha ocurrido.

En Manacor, un pintor amigo suyo me contó que acababa de hacerle un retrato. Al terminarlo, llamó al padre del tenista y le dijo que tenía el cuadro y que quería llevárselo a su casa. El padre le contestó tajante: "No, no se lo traigas. Que vaya él a buscarlo. Cuando vuelva de jugar, ya irá él a recogerlo". Así se educa a un samurai. Así se educa a un guerrero. Si quiere un cuadro, que él mismo vaya a recogerlo.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios