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José Aguilar / Jaguilar@grupojoly.com

Rajoy, patriota

UNO de los peores hábitos de nuestro sistema democrático es el patriotismo de partido. Se basa a la vez en un dogma y en un interés bastardo. El dogma: los nuestros son los buenos sin mezcla de mal alguno, y los adversarios, todo lo contrario. El interés: si pierde el poder alguno de los nuestros, lo pierde todo el partido. ¿Y qué partido puede permanecer impasible si le quitan poder?

Esta férrea coyunda equipara las conductas de los políticos y da bastante pie a la creencia reaccionaria de que todos los políticos son iguales. Dependiendo de si un partido gobierna o está en la oposición sus iniciativas y actitudes cambian como de la noche al día. El mismo partido que sube las tasas municipales en el Ayuntamiento que controla denuncia la escandalosa subida de impuestos acordada por el Ayuntamiento de al lado, gobernado por sus adversarios. El partido gobernante a nivel nacional hará muchas de las políticas que criticaba mientras calentaba los bancos de la oposición. Etcétera.

Donde más indigna a los ciudadanos la doble vara de medir que manejan los políticos es en relación con los escándalos de corrupción. Los escándalos ajenos son constantemente jaleados y amplificados en su importancia, se proponen comisiones de investigación hasta sus últimas consecuencias, se exigen asunción de responsabilidades, ceses y dimisiones, hay personaciones en los tribunales... Pero, amigos, si el escándalo afecta a las propias filas -no conozco ninguna organización, política o no, que esté libre de garbanzos negros-, la cosa varía. Entonces la presunción de inocencia, que funciona sólo a efectos judiciales, se convierte en la capa que todo lo tapa, no hay nada que investigar ni nadie llamado a dimitir. Al contrario, todo el asunto responde seguramente a una confabulación policial, fiscal o de ex militantes cabreados.

Mariano Rajoy acaba de protagonizar un acto claro de patriotismo de partido. En Totana, en la región uniprovincial de Murcia, han detenido a un alcalde y un ex alcalde, del PP, empresarios que han sido concejales, funcionarios municipales y otros, a los que la Fiscalía de Delitos Urbanísticos imputa unos cuantos delitos cometidos presuntamente a través de una trama, o dos, de recalificaciones, ventas de suelo y otras especialidades del urbanismo corrupto. Rajoy, como si oyera llover. Mira para otro lado e incluso dice que no tiene constancia de las detenciones -¡sí que funciona bien la información en el PP...!-, mientras manda a sus subordinados difundir la especie de que se trata de una persecución contra el Partido Popular. Talmente como en Alhaurín hace unos meses. La ley del embudo como signo inequívoco del mezquino patriotismo de partido.

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