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NO se ha recuperado Mariano Rajoy del chaparrón que le cayó encima por su impericia en el sainete de Camps-Costa-El Bigotes y demás, y ya le han metido en otra guerra: el control de Caja Madrid, la cuarta entidad financiera de España. Pero si en Valencia sólo podía salir magullado y trasquilado -y así salió, de hecho-, en la capital de España lo que está en juego es su propio liderazgo.

Una vez que la pelea por la presidencia de la caja es de dominio público y que los protagonistas, o sus edecanes, han decidido lavar sus trapos sucios a la vista de todos, el conflicto ha evidenciado su dimensión de lucha por el poder entre Rajoy y la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, por la persona interpuesta de sus candidatos al cargo: Rodrigo Rato e Ignacio González (vicepresidente de Madrid), respectivamente.

A Aguirre y Rajoy les va mucho en el envite. Si pierde Aguirre, puede despedirse de su voluntad de seguir cuestionando la autoridad de Rajoy y de disponer de un instrumento de poder tan decisivo como Caja Madrid en el ámbito de las finanzas, la empresa y la comunicación. Pero es que si pierde Rajoy, y más tras haber sido toreado por Francisco Camps, su imagen de líder débil y subordinado a las baronías territoriales quedará consagrada, con desastrosas consecuencias electorales e internas.

Que conste que, desde fuera de la batalla, no es difícil estar más de acuerdo con Rajoy que con Aguirre. Primero, porque el Partido Popular no es un partido confederal, aunque a veces lo parezca, sino una organización nacional y centralista en la que las direcciones regionales mantienen una relación de dependencia jerárquica con la dirección nacional. Y segundo, porque Rato es mejor candidato que González. Uno es un experto con amplio recorrido político y el otro un político sin experiencia en el sector financiero.

Es cierto que, hasta ahora, Rajoy ha dejado que los barones regionales hayan colocado en las cajas de sus jurisdicciones a gentes de su estricta confianza sin decir esta boca es mía. Pero ahora estamos hablando de la cuarta entidad financiera del país, residenciada en el escaparate de la capital de España, y estamos hablando también de que Aguirre ha desafiado abiertamente al líder nacional proponiendo la candidatura de Ignacio González, uno de los peores enemigos de Rajoy, que le apartó del comité ejecutivo del partido. Si se saliera con la suya, Esperanza Aguirre habría derrotado a Rajoy en toda la línea y apuntalado su ambición de sustituirle.

Sea cual sea el desenlace, lo que esta bronca pone de manifiesto es lo poco que vale el discurso de la despolitización de las cajas de ahorros. El PP está desvelando en toda su crudeza una lucha a muerte por el poder. Incluso entre compañeros de partido.

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