Ramblas

El supuesto homenaje del pasado año a las víctimas de Barcelona fue el acto político más repugnante en mucho tiempo

En los atentados del año pasado en Barcelona y Cambrils hubo 16 muertos y más de 120 heridos. Entre los muertos hubo un turista italiano que murió al proteger a su hijo mayor de la embestida de la furgoneta. Una abuela portuguesa que murió con su nieta portuguesa. Un norteamericano que había venido de vacaciones a España. Una señora argentina que se vino a pasar unos días en Barcelona huyendo del frío del verano austral. Otra mujer argentina que trabajaba en Barcelona limpiando el mercado de la Boquería (y que seguramente salía o entraba del trabajo cuando fue atropellada en las Ramblas). Un niño australiano que tenía tres años. Otro niño catalán que también tenía tres años y que murió atropellado con su tío, que era de un pueblo de Granada (de Lanteira, para ser exactos). También hubo una turista belga que había venido con su marido y sus hijos (el marido era policía), otro turista italiano que había venido con su mujer, otro turista canadiense que había venido con su familia (su mujer resultó herida leve). Supongo que me dejo a alguien. Sí, me dejaba al cooperante asesinado a cuchilladas cuando le robaron el coche.

Me pregunto qué habrían dicho todas estas personas si pudieran haber visto el homenaje del año pasado que supuestamente pretendía homenajearlas, y que se convirtió en el acto político más repugnante que hemos visto en muchísimo tiempo. ¿Recuerdan las caretas con el rostro del rey, al que acusaban de ser el autor secreto del atentado por las ventas de armamento a Arabia Saudí, una teoría conspiranoica que ni siquiera un párvulo podría creerse? ¿Recuerdan los abucheos a Rajoy? ¿Recuerdan los lemas imbéciles de la izquierda chiripitifláutica, como "Vuestras guerras, nuestros muertos", que pretenden hacernos creer que los atentados indiscriminados son una reacción justa de los pueblos árabes sojuzgados por las guerras imperialistas y otras paparruchas por el estilo? Pues sí, todo esto sucedió. A ninguno de los organizadores del supuesto homenaje les preocupó en lo más mínimo la muerte de esas 16 personas en un atentado sanguinario que copiaba otros muchos atentados.

Este año las cosas han trascurrido un poco mejor y no hemos hecho el mismo ridículo, pero seguimos siendo un país incapacitado para honrar a las víctimas con dignidad, con emoción, con respeto. Qué triste todo, sí, qué triste.

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