julián aguilar garcía

Abogado

Ratoncito Pérez

No me voy a creer los resultados académicos de ese curso si no derivan de exámenes presenciales

Vaya por delante que el susofirmante espera todos los años con ilusión la llegada de los Reyes Magos, cree firmemente en la laboriosidad rayana en el fetichismo odontológico del ratoncito Pérez y está dispuesto hasta a aceptar que el señor Sánchez se haya leído su tesis y tenga desde hace un año expertos epidemiológicos independientes trabajando por el bien de todos los españoles. Fíjense si soy crédulo y bien pensado que daré por buenos, neutrales y acertados los resultados de los sondeos electorales del CIS del señor Tezanos.

Lo que a este humilde escribiente le parece absoluta, total, completamente inconcebible es que alguien se trague que ni siquiera parte de los alumnos universitarios copien si los exámenes son en línea, on line, como quieran llamarlos, y no presenciales.

En una tierra en que abunda el listillo de la subvención indebida, del PER fraudulento aparentemente conocido y consentido, del fingimiento asegurador, de la economía sumergida (incentivada por el estímulo de una fiscalidad excesiva, por cierto), de desayunar, leer el periódico y hacer la compra en horario laboral ..., ¿cómo no van a intentar copiar los jóvenes examinandos?

Dicen que los informáticos de las universidades instauran mecanismos técnicos para imposibilitarlo. Que, por ejemplo, hay poco tiempo para responder cada pregunta y no se puede volver atrás, con lo que no daría tiempo a copiar, a buscar las soluciones en los manuales. ¿Y qué? Siempre puedes tener sentado al lado -o al otro extremo de un teléfono- a un hermano mayor, a un amigo de tu padre, a un experto de la empresa donde haces prácticas, y que vaya sugiriendo las respuestas. Por citar lo que no es sino una mera posibilidad entre otras acaso más imaginativas. Dependiendo de las materias, supongo, las medidas antifraude frente a los alumnos serían unas y las contramedidas de éstos serían otras.

Tal vez crean que soy en exceso desconfiado y alguno incluso pueda pensar que mi descreimiento acaso venga de que yo copiaba en mi época de estudiante. Vale, no lo voy a discutir, aunque yo era más de soplar que de copiar. Lo que sé es que, personalmente, no me voy a creer los resultados académicos de este curso si no derivan de exámenes presenciales. Y quienes busquen trabajo en el futuro igual se encuentran a muchos como yo, que no se crean las notas y prefieran una elección más segura, o un proceso de selección más duro donde realmente haya que demostrar conocimientos que no se presumirán.

Puede que, entonces, los que hoy se niegan a examinarse por supuesto riesgo para la salud sientan que acaso no fue bueno que un ministro demagogo les siguiera la corriente. Que habría sido mejor que les hicieran las pruebas en polideportivos, grandes aulas, múltiples turnos de grupos pequeños, o de cualquier otra forma que garantice un poco de seriedad. Que más riesgo tienen los camareros de los pocos bares abiertos o los empleados del supermercado o de la empresa funeraria, y nadie hace huelga para protegerlos.

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