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La tribuna

francisco Morilla

¿Reactivar la construcción?

EN este periódico ya he resaltado otra vez que, al menos por los dos siglos anteriores, sabemos que no fue España una nación en la que haya dominado el orden, la disciplina y el plantearse las consecuencias para mañana de lo que hacemos hoy, ni tampoco proclive a aceptar sin reticencia leyes, normas y obligaciones con la comunidad. A diferencia de la Europa del norte, mayoritariamente protestante, en donde domina una ética hacia el trabajo y las leyes de la comunidad.

Ahora trato de reflexionar sobre el intento de la presidenta de la Junta de reactivar el sector de la edificación y de un posible cambio de legislación. Y ante ello hago resaltar una obviedad: que ha sido ese sector el más nítido ejemplo en la ausencia de orden, disciplina y resistencia al cumplimiento de leyes, normas, planes.. Así lo hemos vivido con la industria turística, la construcción de viviendas y la proliferación de urbanizaciones durante más de cinco décadas de urbanismo y edificación espontáneos con laxa redacción y aplicación de normativas en el litoral y las ciudades, y con inhibición de los poderes locales -y de más de una institución autonómica- ante tantas irregularidades.

Así ha surgido mucho empresariado reacio a todo planeamiento y normativa e insaciable con la ocupación de suelo y su aprovechamiento, así como insensible al desorden urbanístico y a la pérdida de patrimonio arquitectónico, paisajístico... Y se le añade una insensibilidad ciudadana ante esas pérdidas mayor que en otros países europeos, y políticos locales asimismo insensibles que actúan sólo con vistas a las siguientes elecciones.

Algún dirigente empresarial de nuestra comunidad quiere "estar al día" demandando llevar la desregulación/flexibilización a la ocupación de espacios y al volumen edificado, al igual que la imponen hoy los mercados en las actividades financieras, los intercambios comerciales, el mercado laboral o los bienes consumibles.

Eso sería seguir como antes, y merece una fuerte objeción. Pues las actividades financieras y los intercambios comerciales son continuamente móviles y sin espacio fijo, y los bienes consumibles (vestimentas, alimentos, útiles de hogar, automóviles...) tienen un tiempo limitado de utilidad para ser sustituidos y no ocupan un gran espacio de manera durable, y suponen una inversión limitada. Y al contrario, un edificio de viviendas o de oficinas, un centro comercial, una fábrica, un hotel, una casa... no pueden tener duración limitada y ser sustituidos como los objetos consumibles, pues suponen una gran inversión económica y ocupan durante generaciones un gran espacio, el suelo, el cual es limitado y no puede reproducirse como los bienes consumibles.

Y, además, es en el espacio edificado en donde se ubican los demás sectores productivos. En donde se produce todo, se adquiere y se consume todo generándose un denso tráfico en acceder a los centros de producción, en transportar productos a los centros comerciales y los mercados externos, en abastecerse las empresas… Y para ello es necesario mantener un orden espacial y unas normas que posibiliten un óptimo acceso a los espacios.

Es por ello que lo transitorio y el corto plazo en reorganizarse hoy de mercados e industrias de bienes consumibles y actividades financieras no puede aplicarse a la edificación y al espacio. Pues desregularizando/flexibilizando el espacio de la ciudad y el territorio se genera la ubicación arbitraria y caótica de edificaciones y un desorden espacial que se acumula generando contra-economías que entorpecen en algunos espacios la accesibilidad, la ubicación de empresas y el intercambio, en perjuicio de la economía local, tal como ya sucede en alguna conurbación de España y muchas del tercer mundo.

De ahí que un orden espacial suficiente necesite de normas urbanísticas que, obviamente, tienen también que irse adaptando pero su ciclo de renovación es diferente, y varía según sean zonas comerciales, antiguos centros de ciudades, zonas con valor arqueológico o medioambiental…

Tras éstos argumentos quiero finalmente hacer énfasis sobre un factor potencial de Andalucía en relación con la edificación sostenible. Aquí existen bastantes más posibilidades para turismo rural/ecoturismo de las que se utilizan, pero ese turismo tan extendido se ha basado en una arquitectura de baja edificación adaptada al paisaje y sin acumulación de edificaciones que lo adulteren, tal como sucede con el ecoturismo mantenido durante décadas en Suiza, Alemania, Francia o Noruega, y así lo han entendido ya excelentes empresarios andaluces.

De ahí que la promoción y desarrollo del turismo rural/ecoturismo en zonas óptimas necesite del Planeamiento Territorial con normativas protectoras que eviten la actuación anárquica de algunos poderes locales, propietarios y pequeños constructores.

Y sólo pretendo, señora presidenta, hacer énfasis en esos problemas y no aconsejarle, pues supongo que tendrá suficientes consejeros.

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