La ciudad y los días

carlos / colón

Realidad contra puritanismo

COMENTANDO la comparecencia de Rajoy, y en concreto la afirmación de Rubalcaba de no haber enviado nunca un sms a un delincuente, un tertuliano recordó la entrada de Barrionuevo y Vera en la cárcel -juzgados y condenados, no en prisión preventiva- arropados y aplaudidos por toda la cúpula del PSOE. Barrionuevo era el primer ministro en nuestra historia democrática que ingresaba en prisión. Y por un delito aún más serio -el secuestro de Segundo Marey- que el blanqueo de dinero irregularmente obtenido. Digo yo que es más grave aplaudir en la puerta de la cárcel a un condenado que enviar un sms a un acusado, aunque desde luego se trate de una torpeza imperdonable que autoriza la sospecha. En aquellos días ya se había sentenciado al PSOE por financiación ilegal tras el estallido del caso Filesa.

Les aseguro que no estoy jugando al "y tú más". Ni tampoco estableciendo ese discurso reaccionario -ya lo asuman los antidemócratas de derechas o los antisistema de izquierdas- que pretende desacreditar por completo la política, los partidos y la democracia. Ni muchísimo menos. Tampoco pretendo poner a Rajoy sobre un pedestal, incurriendo en la ceguera de los militantes acríticos o de los parlamentarios que parecen máquinas de aplaudir a su líder y de apretar el botón que el partido les indique. Nada más lejos de mi realidad y mis intenciones.

Lo que pretendo es relativizar el ataque de puritanismo del señor Rubalcaba y del PSOE. Donde hay cuerpo hay peligro, decía un antiguo refrán. Y donde hay persona hay posibilidad de corrupción, dice la realidad. Ya se trate del PP, del PSOE o del Vaticano; del mundo de la política, del financiero o del cultural. Lo bueno de la democracia es que la corrupción se denuncia y se investiga, los jueces actúan, los medios de comunicación y la oposición vigilan. Impunidad sólo hay en las dictaduras. Los políticos inmaculados y sin tacha conocida sólo los fabrican los aparatos de propaganda de los totalitarismos. La democracia es cosa de seres humanos, no de superhombres; y por lo tanto falibles, débiles y tentados por la corrupción que más aprieta cuantas más altas responsabilidades se tengan.

Denuncie pues Rubalcaba, apriete, estreche el cerco: es su obligación. Pero sin presentarse con hipocresía puritana como alguien inmaculado perteneciente a un partido sin sombras. Todos las tenemos. Todas las instituciones las tienen.

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