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la esquina

José Aguilar

Recesión y depresión

NI los analistas de guardia más solventes terminan de ponerse de acuerdo, quizás obnubilados por la marea de almíbar y hagiografía derramada estos días a cuenta de la boda (¡qué boda va a ser!).

Unos creen que la campaña electoral terminó el martes, antes de haber empezado oficialmente, en cuanto se conocieron los datos del paro relativos al mes de septiembre. Consideran que el leve aliento de esperanza que se suministró a sí mismo el PSOE con la conferencia política clausurada el domingo fue dinamitado dos días más tarde por una cifra de nueve dígitos: 4.226.744 parados. 4.226.744 razones para no votar a Rubalcaba.

Otros, por el contrario, piensan que todavía habrá una fecha más demoledora para las expectativas electorales socialistas, un obús en la línea de flotación de ese barco que se dirige hacia el naufragio: el dato del desempleo de octubre, que se conocerá en los primeros días de noviembre, a un tiro de piedra del 20-N. Será la puntilla para los candidatos del PSOE, porque ya no existirá el paliativo de los empleos temporales del sector turístico y los recortes de interinos en sanidad, educación y ayuntamientos irán, con toda seguridad, a más.

Son muchos parados. Demasiados. Como para no confiar más en unos gobernantes que con la crisis no han hecho más que equivocarse. Incluso cuando han decidido afrontarla seriamente, con impopularidad y sacrificios, también han errado: ni el paro tan alto es un mal generalizado en nuestro entorno (los datos dicen otra cosa), ni han florecido los famosos brotes verdes que iban a cambiarlo todo, ni se ha tocado fondo -salvo tal vez en el sentido en que lo anunciaba un antiguo rector universitario: "hemos tocado fondo... y seguimos escarbando"- ni parece que 2012 vaya a ser mejor que 2011.

El Gobierno mismo ha renunciado a su previsión de crear cien mil empleos a lo largo de la legislatura y acepta que los meses venideros, con la demanda por los suelos, la exportación estabilizada, el ahorro familiar cada vez más escuálido y las turbulencias financieras sin amainar, serán sombríos. Varios bancos internacionales pronostican la vuelta de España a la recesión, es decir, al crecimiento negativo, ese oxímoron que hemos asumido como animal de -mala- compañía para describir la reducción del Producto Interior Bruto del país durante dos trimestres consecutivos, el que acabamos de inaugurar y el que abrirá el año próximo.

Y la recesión trae de la mano, como hermana siamesa, la depresión, el estado de ánimo más indicado para no recuperarse. El que nos lleva a pensar que estamos aún peor de lo que estamos.

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