Vamos ganando terreno a la caza y disfrute del fútbol y, la Bundesliga aparte, el paliativo principal sigue siendo el de partidos que un día vimos en el campo y que ahora vemos por la tele. Gracias a la tele por esas redifusiones que nos llegan al alma y que hace que estas vísperas eternas vayan llegando a la orilla de esa tierra prometida que es el partido de los partidos según Sevilla, programado, si Dios quiere, para la noche del Corpus.

El último paliativo que disfrutamos ha sido el Betis-Barça de la temporada 2002-2003, la primera de Víctor Fernández en el banquillo y de debutantes como Assunçao junto al retorno de Alfonso tras su experiencia blaugrana. El derbi del 23 de marzo había dejado incidentes graves como lanzamiento de bengalas por parte de un presunto bético a la grada que ocupaban los aficionados del Sevilla, pero tras varios recursos, la sanción se cumplió al principio del curso siguiente.

El primer partido en el exilio fue el de la cuarta jornada, tras haberse eludido mediante artes legales jugar exiliado con el Madrid. Era el Barça el visitante, eligiéndose Huelva como lugar idóneo para el destierro. Las imágenes que vimos hace unos días nos llevaron a uno de los más grandes partidos del Betis en mucho tiempo. Fue el partido del extraordinario gol de Varela a Valdés tras cruzar medio campo eludiendo rivales hasta fusilar de zurdazo inapelable.

Fue el tercer gol, pero siempre será recordado por su factura. Cómo Kluivert, Luis Enrique o Navarro fueron superados hasta llegar a Puyol, amago y cañonazo. Antes, aquel Barça de Van Gaal ya había recibido un gol de Alfonso y otro de bella factura de Joaquín. Era 28 de septiembre y el Betis mostraba un estado excepcional tras un sonoro triunfo en Riazor, un empate en casa con el Madrid y un espectacular 3-3 en Anoeta. Y es que la falta de fútbol se palia con los recuerdos.