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EL PP tiene el mismo problema que tenía el PSOE en el año 2000, cuando acababa de ser arrollado por la mayoría absoluta de Aznar. En aquel momento, los dirigentes del PSOE intentaron imponer una solución más o menos continuista, pero al final ganó un desconocido -y joven- Zapatero. Comparado con la talla intelectual y la habilidad política de Alfonso Guerra o de Felipe González, Zapatero era -y quizá siga siendo- un jugador de primera regional. Pero esta sociedad ha cambiado mucho con respecto a la sociedad en la que se formaron Alfonso Guerra y Felipe González. Vivimos en una sociedad mucho más superficial y mucho más condicionada por el lujo y la comodidad. Vivimos en una sociedad en la que casi todo el mundo se cree con derecho a una casa propia y a un buen trabajo (cosa impensable para nuestros abuelos). Y eso exige nuevos políticos.

En sus Seis propuestas para el nuevo milenio, Italo Calvino dejó dicho que la literatura del futuro debería tener levedad, rapidez, visibilidad, exactitud, multiplicidad y consistencia. Y eso fue lo que hizo el PSOE cuando eligió a Zapatero: elegir a un líder leve, rápido y visible, pero sobre todo dotado para la multiplicidad (es decir, que pudiera ser muchas cosas a la vez porque en realidad no era ninguna). Es cierto que Zapatero no era un líder muy proclive a la exactitud ni a la consistencia, pero basta con tener multiplicidad para que alguien que no reúne estas dos cualidades parezca dotado de ellas. Y ahí está Zapatero.

Por eso creo que el PP no funcionará hasta que no encuentre a su líder leve, rápido, visible y múltiple (es decir, que pueda parecer de derechas y de izquierdas y de centro con una simple sonrisa). Y de momento, ni Mariano Rajoy ni Esperanza Aguirre reúnen estas condiciones. Son dirigentes pesados, lentos e invisibles, y lo son, aunque parezca mentira, por ser demasiado visibles (¡esos vestidos de señorita Rottenmeier de Esperanza Aguirre, y esas horribles corbatas fosforescentes de Rajoy!). Y lo peor es que no alcanzan de ningún modo el principio indispensable de la multiplicidad. Los dos -el PP más duro y escorado a la derecha de Esperanza Aguirre, o el PP más centrado y dialogante de Rajoy- están demasiado marcados por su pasado. Un líder actual -pensemos en Barack Obama- debe tener cuarenta años, o quizá menos. Y tanto Esperanza Aguirre como Rajoy han superado esa edad desde hace mucho tiempo.

Mientras que el PP no cambie por completo y elija a un líder desconocido, no va a tener nada que hacer en unas elecciones. A no ser que tengamos en España un terremoto o un ciclón, o que la crisis económica provoque linchamientos y saqueos de supermercados, cosa no del todo improbable en un futuro. Toquemos madera.

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