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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Rehenes

Tiene razón Juan Espadas cuando habla de cabreo social por el conflicto del taxi que toma a la ciudad como rehén

Lo del taxi es un problema enquistado en Sevilla, al que parece imposible meterle mano y ponerlo de una vez en vías de solución. Juan Ignacio Zoido lo heredó ya de los tiempos de Monteseirín y a su vez le pasó el caramelo envenenado a Juan Espadas, que a lo largo de los últimos cuatro años no sólo no ha solucionado nada sino que en ciertos aspectos lo ha empeorado. En este tema, ni él ni su casi siempre eficaz delegado de Movilidad y otras muchas cosas, Juan Carlos Cabrera, han estado a la altura. De hecho, constituye uno de los más clamorosos borrones del mandato. Sevilla no tiene un servicio de taxi a altura de una ciudad que con su área metropolitana supera con mucho el millón de habitantes y que ha puesto en el turismo la mayor parte de expectativas para su desarrollo a medio plazo. Los taxistas, sin duda, tienen reivindicaciones y exigencias de mejoras cargadas de razón y que deberían de ser solucionadas. Se trata de una profesión que exige muchas horas de volante para poder ganar un sueldo digno y que está sometida a una fuerte tensión. Pero si los problemas del taxi están de forma intensa en la agenda de la ciudad es por dos motivos recurrentes: el primero es que el gremio se niega a aceptar que el mundo ha cambiado y que han llegado para quedarse nuevos modelos de negocios que inciden directamente en su actividad. Ya no tienen el monopolio. Cabify y Uber son empresas que tienen exactamente el mismo derecho que ellos a actuar en el mercado y que si lo hacen en mejores condiciones de precio y comodidad le quitarán clientes. Eso es así y no tiene vuelta de hoja. El segundo motivo es que en Sevilla se le ha permitido durante años a un sector minoritario de taxistas hacerse con el control de la parada del Aeropuerto y permitirle prácticas que cuando haya una sentencia firme se verán si son mafiosas, pero que por lo menos lo parecen y no poco, como algunas campañas de intimidación contra empresarios, políticos o periodistas.

Ahora estamos otra vez en una fase en la que una parte del taxi decide tomar a Sevilla como rehén de sus exigencias y cuando lo estima conveniente paraliza el tráfico en la ciudad mediante caravanas de cientos de vehículos que a marcha lenta bloquean a miles de conductores, a los que impiden ejercer el derecho a la libre circulación. Y eso una y otra vez, por mucho de que el alcalde diga que es algo que no se va a permitir. Tenía razón Juan Espadas el otro día cuando hablaba de cabreo social con este conflicto. Pero éste sigue y a los rehenes nos les queda otra cosa que ir acumulando cabreo. Veremos hasta cuándo.

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