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Reivindicaciones taurinas

Contrasta la falta de sintonía gubernamental con los toros con el apoyo decidido a la causa de otros grupos políticos

El pasado fin de semana ha sido pródigo en manifestaciones en defensa de la fiesta de los toros, posiblemente lo más auténtico ("aquí se muere de verdad, no como en el teatro", sentenció Cúchares…) que nos queda, y que sin embargo lleva tiempo sumida en una profunda crisis a la que no se le ve solución. Ahora además, con los efectos de la pandemia ensañándose sobre sus ya de por sí débiles estructuras, un Gobierno no precisamente amigo espera al otro lado de la barrera a que el tiempo y la falta de incentivos hagan el resto.

Marchaban el sábado en Sevilla, como el día anterior en Salamanca y en otras ciudades de honda tradición taurina, unos cientos de personas, en general cercanas al mundillo, que aparte de mostrar su solidaridad con los más afectados por esta repentina falta de actividad (los empleos directos e indirectos que proporciona la fiesta ya los quisieran para sí otras manifestaciones culturales bastante mejor tratadas…) ponían el acento sobre todo en la falta de sensibilidad de los gobernantes, cuyas escasas y cicateras medidas hacen casi imposible la celebración a corto plazo de los festejos.

Contrasta esta falta de sintonía gubernamental con el apoyo decidido a la causa de otros grupos políticos, que incluso asisten y hacen suyas las consignas de las manifestaciones. Esto, que no es nuevo ni en principio malo, sí tiene un elemento para mí al menos inquietante, la apropiación de la Fiesta, pasando de ser un fenómeno transversal a seña de identidad de un grupo o colectivo determinado, algo que a la larga puede ser letal para su supervivencia. Está muy bien que la Comunidad de Madrid tenga como objetivo prioritario la celebración por todo lo alto de la Feria de Otoño, pero suena todavía mejor que la de Extremadura anuncie toros dentro de un mes o que en el País Vasco sientan como una pérdida la falta de espectáculos taurinos en las ferias del norte.

Porque por encima de estrategias jurídicas o administrativas, el verdadero reto de la fiesta de toros es seguir siendo ya bien entrado el siglo XXI la mejor referencia cultural y social española, algo en absoluto fácil vista la deriva de esta sociedad posmoderna. Y para ello, nada mejor que propuestas audaces e integradoras que atrapen al espectador de hoy ante ese espectáculo inigualable que tantos artistas de todas las ideologías inmortalizaron a lo largo de la historia.

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