Mestalla y Nervión quedaron como datos paradigmáticos en la jornada vigésima sexta de que no basta en fútbol con jugar bien para ganar. El fútbol según Sevilla y también el del resto fueron ejemplos claros de que el fútbol necesita de otros componentes que el de jugar bien, o bonito, qué más da. El Betis jugó mejor que el Valencia pero fue el Valencia quien ganó; el Sevilla no fue mejor que un Osasuna con diez, pero ganó.

Y el resultado lo tapa casi todo, aunque en Nervión reaccionase con ira la afición a la terminación tras haberse dejado el alma en apoyo del equipo durante el juego. El resultado no siempre lo tapa todo, pero un partido malo el domingo es bueno el lunes en caso de triunfo... y al revés. Lo del sábado en Valencia fue la continuidad de un equipo no hecho para la guerra, léase guerra como cita con la pierna dura y ciertas posibilidades de éxito en los balones que no son de nadie.

Lo del domingo en Nervión fue como una repetición del miedo que se pasó el jueves hasta que el VAR dejó a los rumanos con cara de tontos. Un rival con sólo diez futbolistas que logra la proeza de neutralizar dos goles y que hasta puede hacer el tercero, pero que es arrinconado por un equipo que sí está hecho para cualquier guerra. Y, como cada martes, no puedo ni debo eximir de culpa al dichoso artilugio del VAR, ese elemento que no ha erradicado el tercer tiempo, sino que lo alimenta.

Aparte, el perjuicio al Betis habitual, esta vez en penalti de libro a Iglesias que te hace pensar en fantasmas, lo de San Mamés. En Bilbao destrozó el árbitro al Villarreal en connivencia con el VAR. Y resulta que en ese partido estaba manejado el artilugio por un extremeño que hasta le ha regalado penaltis al Athletic fuera del área, recuérdese uno en Heliópolis hace un lustro. En fin que una jornada más y poco nuevo bajo el sol si exceptuamos que en la alternancia ahora prima el Madrid.