el poliedro

José / Ignacio Rufino

República española del pisuerga

Emprender en un debate república vs. monarquía es inoportuno ante el problema económico y el soberanista

TAN sólo tres o cuatro días después de la abdicación del rey Juan Carlos, casi todo se ha dicho. Hemos hecho un máster exprés en dialéctica república-monarquía, ambas en sus diversas acepciones y manifestaciones a lo largo y ancho del globo. Hemos cotejado y esgrimido estadísticas de los costes que cada sistema tiene en las más consolidadas democracias europeas y en regímenes más o menos decentes dentro y fuera de Europa. No hace ni una semana, gran parte de los republicanos hoy encendidos no habían ni debutado como tales. Cero que son, lamentablemente, minoría quien de verdad está defendiendo una verdadera regeneración moral del país. En el otro lado, ha causado sorpresa ver como quienes, desde la derecha tirando a montaraz, contaban chistes sobre las tumbaditas o las cortedades del Rey dimitido, ahora defienden a la Corona. El indicador que uso para afirmar son las redes sociales, y por supuesto los medios de comunicación más o menos alineados, ésos que siempre dicen a su gente lo que su gente espera oír para poderlo ellos defender después en las redes sociales (quien suscribe también ha reaccionado en Facebook y en Twitter a la avalancha de los gudaris de la república y su bandera, por lo que si usted es "amigo" digital mío puede dejar de leer esto porque ya conoce mi opinión). Hemos visto surgir en apenas dos días a acérrimos partidarios de la república que de pronto no sólo denigran al más alto funcionario -por lo de vitalicio- del país y a su casta, la Familia Real, sino que defienden con una pasión inusitada un sistema de gobierno, la república, en teoría mucho más razonable que la anacrónica realeza, pero que no sólo no necesitamos en absoluto, sino que no podríamos elegir peor momento que éste para embarcarnos en un cambio que poco aporta a nuestro principal problema, el económico. Y tampoco al segundo problema del país: el independentismo catalán y vasco, cuyos partidarios y políticos se frotan las manos ante esta desmesurada puesta en escena de las dos Españas redivivas. Sobre todo, por parte de un tipo de republicano que confunde república con gobierno de "las izquierdas". Identificar sin más república con progreso es darle la espalda al mapamundi. Como si los partidos de derechas no hubieran formado no pocos de los veintiséis gobiernos que tuvo la II República española en dos años. Como si la república fuera cosa de gente que aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid: Podemos, un Madina caliente, o Izquierda Unida con miedo. Como si los halcones más meapilas, derechistas y neoncons de Estados Unidos no se llamaran precisamente "los republicanos". Hemos visto en tres días movimientos políticos que dan verdadera lástima por su oportunismo: andalucistas que se han lanzado a las plazas a unir sus banderas -las del Partido Andalucista, no la verdiblanca- con la tricolor, alguno de cuyos representantes escribieron en las redes sociales cosas como esta: "Nos encontramos en una tarde hermosa, rodeados de las sonrisas de gente muy joven que pedía un referéndum tocando las palmas casi por alegrías. Y las banderas, nuestras banderas, no fueron antagonistas porque las causas, nuestras causas, pueden hermanarse y hacerse así más grandes. Andalucía por sí, para Iberia y la Humanidad". "Iberia"; tómese usted algo.

Si hoy viviéramos en una república, es más que probable que el presidente fuera Aznar o Felipe González. Y no un Felipe de Borbón sobre el que escribí lo siguiente aquí hace unos diez meses (Felipe, calienta!), y disculpen la autocita y el iluso deseo de entusiasmo: "Quizá los españoles deberíamos inocularnos una dosis de entusiasmo colectivo con el retiro del Rey y con su sustitución por su hijo, un profesional del cargo que proyecta valores como la ejemplaridad, la mesura, el buen talante, el esfuerzo y la bonhomía, que no sólo es más marketiniano que cualquier invisible y fugaz presidente de algunas grandes repúblicas -¿conocen al alemán?, ¿al italiano?-, sino que sale seguramente más barato".

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