DESPUÉS de tantos años de mugre, greñas y dejadez impostada, volvieron el encanto y las buenas maneras a la alfombra verde que te quiero verde de los Goya. Incluso personajes ciertamente casposos de nuestro cine se presentaron lavados y peinados, como tiene que ser. Y, sobre todo, subió espectacularmente el nivel estético de las mujeres, pues desde Penélope a las que pescan en ruin barca iban de dulce, desafiando al frío con sus escotes palabra de honor y todo. La cosa discurrió como se preveía, en un apasionante mano a mano entre Ágora y Celda más la sorpresa añadida de que Almodóvar accediese a perdonar con su presencia al cine español. Todo maravilloso, pero desde este rincón se echaba de menos en la gran gala al hombre que parió una novela sin la cual no hubiese sido posible la película gran triunfadora de la noche, el periodista sevillano Francisco Pérez. ¿Cómo ello fue posible?
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