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Las dos orillas

José Joaquín León

Respuestas sin preguntas

MÁS de la mitad de las grandes polémicas que hay en España se acabarían si se organizaran consultas populares, como en otras democracias. España no es Suiza, ya lo sabemos. Aquí nieva menos y no preguntan casi nada. Tan sólo hay referendos sobre Derecho Constitucional, que es la asignatura preferida de nuestros gobernantes: la Constitución española, la Constitución europea, los Estatutos de Autonomíaý Una vez preguntaron también por la OTAN, pero fue hace tanto tiempo que ya ni nos acordamos.

Zapatero y Rajoy se quedarían con pocos asuntos para discutir si consultaran su verdadera opinión a los ciudadanos. En Italia o en Portugal, sin ir más lejos, se han convocado referendos para opinar sobre asuntos sociales. Aquí se acabaría la bronca del presidente con Rouco y García Gasco -que no son obispos, sino cardenales- si se preguntara a los ciudadanos en las urnas: "¿Da usted su aprobación a que la unión de un hombre con un hombre, o una mujer con una mujer, sea considerada como matrimonio a todos los efectos?". Claro que, una vez conocida la respuesta, sobrarían los manifiestos y la manipulación del tema en campaña.

También sería factible, y hasta conveniente, preguntar por la guerra de Iraq -lo debió hacer Aznar en su día-, por la presencia en Afganistán que aún sigue, por la negociación con ETA, por la energía nuclear que no se atreven a potenciar como en Francia, o por la asignatura de Educación para la Ciudadanía y el sistema educativo en general. Una vez pronunciada la población, después la validez moral de las críticas se debería ponderar con la mayoría democrática de lo que piensa la gente.

En algunos países incluso plantean varias preguntas a la vez el mismo día. Pero en España se mantienen las incógnitas y así se distraen para preparar la campaña del 9-M. Se objetará que los gobiernos están para gobernar y que en las elecciones pasan por un plebiscito para ser ratificados o cambiados. Pero, en tal caso, ¿para qué nos preguntan un domingo de Carnaval si estamos de acuerdo con la reforma del Estatuto Andaluz? Estaba avalado por Manuel Chaves y más del 90 por ciento de los parlamentarios andaluces. Si la gente se llega a pronunciar en contra hubiera sido exigible la dimisión y retirada de todos ellos.

Preguntar es bueno. La realidad a veces no coincide con lo que cree un Gobierno. Y si votan pocos también es significativo. En el 28-F gobernaba la UCD y, si no hubiera sido por el referéndum, hubieran dejado a Andalucía sin autonomía de primera. Fue un ejemplo de que la opinión del pueblo soberano no siempre coincide con la de sus gobernantes. Sin duda, es más cómodo no enterarse.

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