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Resucitando el 'Estatut'

A ese catalanismo moderado y mayoritario que todavía no ha perdido el norte se dirige el guiño de Sánchez

Mientras suena eltam-tam de los tambores secesionistas llamando a la guerra santa por los fastos de este otoño caliente que se avecina, el presidente Sánchez ha sorprendido con una propuesta que, a juzgar por las reacciones de unos y otros, no parece mal encaminada. A estos niños caprichosos del nacionalismo supremacista y recalcitrante y a los revoltosos de la izquierda más radical ha venido a decirles: ¿No queréis referéndum? Pues aquí estoy yo, dispuesto a apoyar uno… sobre el autogobierno.

En realidad, esta audaz puesta en escena no es más que la materialización del planteamiento del PSC en el conflicto catalán, con la sombra al final del pasillo de quien mece allí la cuna de la anhelada distensión y el diálogo, Miguel Iceta, personaje singular y ministro in pectore para los asuntos catalanes de Sánchez, y que gira sobre tres ideas principales: la solución catalana no es posible sin el PSOE (de hecho, sus problemas tienen mucho que ver con la caída socialista allí), los socialistas españoles votaron en el Congreso a favor del Estatut finalmente enmendado por el Constitucional por culpa del PP, y buena parte de los poderes fácticos catalanes están deseando dejar al botarate de Puigdemont tomando cervezas en cualquier café de la Grand-Place.

A ese catalanismo moderado y mayoritario que todavía no ha perdido el norte (y en el que, no nos engañemos, hace años que milita el PSC desde los últimos tiempos de Maragall y Montilla) se dirige el guiño de Sánchez, consciente además de que la idea no disgusta ni poco ni mucho a los republicanos de Esquerra, cuyo católico líder espera en la celda escribiendo epístolas sobre el perdón. Y si algún juez le da un día por ponerlo él y a los otros en la calle (que el día llegará, digo yo) la salida a este laberinto quedará algo más despejada, y los que ahora se desgañitan pidiendo con una mano el 155 mientras cortan lacitos amarillos con la otra tendrán menos argumentos para oponerse.

Cuestión distinta, por supuesto, es cómo encajar la jugada ante la posición expectante de los restantes barones territoriales que temen con razón por sus ingresos, particularmente aquí, donde nos dimos un petulante y larguísimo Estatuto a rueda del catalán. Aunque yo en esto soy más bien escéptico: Andalucía siempre fue tierra generosa acostumbrada a soportar estoica las cenizas de incendios incluso mayores que éste.

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