EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Reunión familiar

EN una reciente reunión familiar, acabamos todos hablando de política. Por lo general eso nunca ocurre, porque ya se sabe que no hay temática más incómoda que las charlas sobre política en las reuniones familiares. Siempre hay alguien que se siente insultado por una frase cualquiera que en realidad no tenía mala intención. Y siempre hay alguien que se pone rojo y arroja la servilleta y se levanta y amenaza con marcharse con viento fresco, aunque al final nunca lo hace (el tío solterón, por ejemplo, o el cuñado bromista y manirroto, o el sobrino con fama de oveja negra). Y siempre hay alguien que se toma como una alusión malévola un comentario que en realidad no tenía nada de ofensivo. De ahí que la prudencia aconseje evitar esa clase de discusiones. Y cuando llega la hora de las conversaciones de sobremesa, lo aconsejable es limitarse a los temas habituales de una familia: el fútbol, el trabajo, el buen o el mal tiempo, los niños que estudian mucho y son muy buenos, y lo bien que nos van las cosas a todos, gracias a Dios.

Pero el otro día la conversación fue derivando en seguida hacia la política. Se hicieron cálculos sobre el previsible aumento del IVA, y un sector, quizá el más optimista, aventuraba que subiría hasta el 21%, mientras que otro sector, el más pesimista, se inclinaba por un 23%, como en Italia, donde hasta las ministras se ponían a llorar al anunciar las medidas de ajuste. También se habló de Iñaki Urdangarín, y todas las opiniones coincidieron en que el asunto pintaba muy mal, sobre todo porque todo el mundo conocía el palacete que Urdangarín se había comprado en Barcelona y que le había costado seis millones de euros, de modo que las acusaciones sonaban muy verosímiles. En este punto, los más agoreros apuntaron a una confluencia de tres crisis: la económica, la social -con un descrédito generalizado de la política y las instituciones- y una tercera crisis de la monarquía, ya que España es un país muy juancarlista, pero no monárquico, y cualquier metedura de pata de la Familia Real le iba a salir muy cara, sobre todo en estos tiempos de penurias y de recortes sociales. Fue entonces cuando se habló de la necesidad de dar ejemplo, y las voces más ponderadas aseguraron que el PP debía dar ejemplo moral si quería llevar adelante su política de austeridad y de recortes, porque la ciudadanía no aceptaría los sacrificios si no veía que la clase política también se los aplicaba.

Y en esto nos dimos cuenta de que se había hecho de noche, así que nos pusimos los abrigos y cada uno de nosotros volvió a su casa, deseando que las cosas al menos no empeoraran, aunque todos sabíamos que eso era muy poco probable, y que si en Italia lloraban las ministras, aquí nos iba a tocar llorar a nosotros.

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